¿Libres, al fin?


Hoy es mi santo.
Siempre lo celebro por todo lo alto con los que quiero. Por eso quisiera hacerlo también con vosotros, mis fieles lectores.
Lo hago con una reflexión maravillosa, que no es mía-¡ qué más quisiera!-.
No conservo el título del artículo. Me he tomado la licencia -¡sin permiso de su autor, Enrique Monasterio!- de hacerlo yo: "El tiempo libre  y la libertad en el tiempo".
La mayoría estáis de vacaciones. En breve también me escaparé unos días.  Creo que nos viene bien a todos, dado el habitual y generalizado nivel de agitación interior, aprender a descansar de veras.
¡Qué lo disfrutéis!

"El tiempo, en efecto, se divide en dos clases: ocupado y libre.. 
La mayor parte del año suele estar ocupada por la profesión, la familia, el sueño, las comidas, el tráfico, las colas, las compras, la neurosis y el psiquiatra. Desde luego, mejor es vivir así que en paro absoluto; pero es evidente que esas horas no son propiamente nuestras, sino de otros: las tenemos arrendadas, y por tanto, en ellas no nos expresamos como somos en realidad

Pero hay unas semanas o unos días plenamente nuestros. Durante meses los hemos esperado como esos presidiarios que van tachando en la pared de la celda las fechas que se cumplen de condena. Es el tiempo que llamamos libre, mi tiempo, el que yo domino, controlo, modelo, consumo,gasto o invierto. En él sí que puedo mostrar mi auténtico genio.

Escribió Ortega que los pueblos se conocen por sus fiestas. Lo mismo cabe decir de los individuos singulares. El domingo a las diez de la mañana el hombre nos dice lo que piensa de sí mismo. Es lógico: esa hora es la más significativa, porque nadie la hipoteca. En ella somos completamente soberanos; nada nos impide ser auténticos.

El problema es que estamos entrenados más para el negocio que para el ocio. Nos asusta el silencio, como a los niños la oscuridad, y, cuando llega el tiempo libre, sólo nos planteamos cómo llenarlo de trivialidades, a dónde huir, cómo saturarnos los ojos de imágenes, los oídos de ruidos y el estómago de basura. Los más jóvenes quieren marcha, y los viejos alguna forma de anestesia. Son dos modos de escapar de la realidad y de matar el tiempo en vez de llenarlo, de retenerlo y vivirlo con plenitud.

No desaprovechemos el tiempo de crecer en humanidad, de aprender a ser hombres o mujeres, de descubrir tesoros en la arena de la playa y en la mirada de los amigos; de pensar por libre, sin televisiones interpuestas, de guardar silencio, de amar."

Algo ligero para aligerar esta digestión filosófica


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