Aprender a morir ( a poquitos)


Hace mucho que no escribo acerca de mi madre.
En su día hablé de su accidente cardiovascular. De eso han pasado ya casi 5 años. 
Desde entonces sufre una limitación física muy severa.
Su vida consiste en dejarse hacer por los que tiene cerca y en mantener todo lo mejor que pueda las facultades de las que todavía dispone.
Por suerte, Dios le conserva una cabeza privilegiada, el habla, exquisito sentido del humor y el movimiento del dedo índice con el que detalla sus gestos. 

Cuando el dolor te golpea, te abofetea, necesariamente aparecen interrogantes. 
Ella no sabe por qué pero sí entiende el pará qué.
La vida es un tránsito, dice. Un recorrido que inicias con talentos asumidos sin más. Te son dados. Te pertenecen por nacimiento. En general resulta fácil acoger lo bueno, reconocerlo, agradecerlo, sacarle brillo. 
Sin embargo, sabemos que la muerte va a llegar sí o sí y, con ella, el momento de despedirnos de tales dones, de amores imprescindibles, aficiones, capacidades adquiridas, paisajes y lugares queridos.
Y, por curioso que parezca, a pesar de semejante imperativo, nos empeñamos en asegurar, proteger, medicar, cuidar todo lo que consideramos tan nuestro.

Algunos dicen adiós de golpe, de modo inesperado y otros van paladeando la pérdida a poquitos.
Las despedidas no son fáciles en ningún caso. 
A mi madre, como a tant@s otr@s, les ha tocado hacerlo así.
Ir vaciándose, desprendiéndose de lo que les era tan propio.

¿Y qué queda entonces?
Amargarse y llorar cada una de las pérdidas, haciendo de ese camino un existir desgarrador u optar por descubrir una nueva forma de vivir.
Hacerlo con sobriedad y valentía, con sentido de lo verdaderamente necesario, con humildad, disfrutando de alegrías muy pequeñas, sencillas, casi infantiles. Queda ejercitarse en un vaciamiento para saltar ligero, desprendido de toda esclavitud, hacia la eternidad. 
Su postración puede ser un momento de grandeza, de rúbrica personalísima a la vida que le ha precedido.
Hasta hace bien poco, todo eran sumatorios. Ahora se acumulan las restas. Restan capacidades pero sobran arrestos para mirar con valentía y de frente al dolor y a la muerte.
Mi madre ha optado por renacer mientras se muere.
Que quede claro que a ella no le gusta sufrir. A mi tampoco que sufra. Sin embargo se esmera porque el sentido de sus días no sea la pena y el lamento.  Su misión hoy es ser testimonio de elegancia, de grandeza, ocasión de mostrar a los suyos y al mundo lo genuinamente humano: la dignidad encerrada un cuerpecito pequeño y frágil y una inquebrantable esperanza.
Una esperanza, hermana pequeña de la Fe, que confía en el cielo -para siempre, para siempre- "donde Él enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá ya muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor porque todo lo anterior ya pasó"  (Ap 21, 4)

Pd Acabo de leérselo. Dice que me paso. Yo digo que no.



Comentarios

  1. Bravo Angelita !! Sabes como nadie transmitir sentimientos con tus escritos, y como bien dices ,escritos desde el corazón. Qué gran ejemplo tu madre!! Un fuerte abrazo!!

    ResponderEliminar
  2. Tu madre, una Señora de los pies a la cabeza, ha educado a sus hijos e hijas con el mismo señorío con que ha vivido.
    Angelita creo que hay otra frase que también lo puede resumir"Por sus frutos los conoceréis, y los frutos han sido muy buenos"

    ResponderEliminar
  3. Buenísimo. Muchas gracias por escribirlo!! besos

    ResponderEliminar
  4. Cuánta razón tienes, Angelita! Y dichosos tus ojos que “sirven” (literalmente) para ver con los ojos de Dios, y plasmar de una forma tan humana la verdad del dolor. Llevo últimamente recibiendo de la vida enseñanzas muy sutiles entorno a el valor y el significado de la enfermedad. Y mi conclusión es que ella, la enfermedad, una señora tan exigente al final te deja ver cómo no solamente te pide sino que también te da...te da por ejemplo la oportunidad de prescindir hasta de lo más necesario, eso que era tuyo, derechos adquiridos iguales que los del vecino, tener los cinco sentidos dispuestos y más pero aprender a pasar sin ellos, contar más con el corazón y, si mucho me apuras, sentir el alivio de apoyarte en el Señor que es una manera más de aceptar -que no resignarse - la realidad, de adaptarse a ella y descubrir un tesoro donde sin la fe encuentres quizás piedras preciosas pero esta también el don de querer ofrecerlas y hacer que sirvan más que para dar brillo...para dar-vida!
    Hay enfermedades mas físicas y otras que afectan la mente pero todas, cada cual según el caso, requieren como un tiempo de duelo donde se puede gestar el aprendizaje de esa mirada más limpia y profunda, ese mirar con los ojos de Dios que ve convertido cada límite en un trocito de eternidad #tumiradalocambiatodo Y una cosita más que he aprendido viendo cómo tenía que renunciar a parcelas de mi vida que hasta entonces me daban seguridad: los cristianos lo decimos en el PadreNuestro desde chiquitines “hágase Tu Voluntad”, pero para que eso ocurra como el Señor nos ha hecho libres hemos de dejarle-hacer, y mientras nos estamos resistiendo a una situación irreversible no estamos aceptándonos como somos y por tanto négandoLe que haga Su Voluntad, es como que le impedimos que sea Él en medio del mundo, hay que dejarLe ser-Dios, Él nos quiere y cuenta con nosotros así nosotros hemos de quererle-queriéndonos y contar con Él...ojalá aprendiésemos esto sin necesidad de pasar por la enfermedad, pero si ha de ser así, entonces que sea lo que Dios quiera: Angelita te acompaño en el dolor y alegría corredentoras para que el señor pueda de todo esto sacar los frutos que considere. Un abrazo y muchísimas gracias por tus reflexiones!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares