Vivir cara a la galería, es malvivir


Dejé de hacer fotografías.
Envidio a quienes son capaces de abstraerse de un momento de felicidad y tomar una instantánea.
Me he dicho tantas veces -¡ no te lo pierdas! -. Siempre me pareció que inmortalizar el momento era menos importante que vivirlo.
Sin embargo recordarlo es hacerlo presente.
Y a mi - como a much@s - volver a los álbumes, mirar hacia atrás, me produce nostalgia. Tal vez por eso necesito evitarlo.
Echo de menos la apretura de los abrazos infantiles, las miradas confiadas y la felicidad sencilla de la tardes de sábado con churros calentitos y una peli de Pixar. Ese tiempo en que colorear era toda una tarea. Tiempos de pijama, cena, tres avemarías y a dormir. Un tiempo en el que podía acurrucarme con  ellos  mientras les contaba un cuento corto que resultaba largo, largo.
Su infancia se me ha escurrido y se despide de forma inesperada. La preadolescencia de mi hija más pequeña asoma con los primeros desaires o sus espacios de intimidad en la que, difícilmente, formas parte.

Asombrada he contemplado su transformación biológica inversa. De mariposas a orugas.
También la mía, de abeja reina -"obedece a la primera con alegría"- a guardiana de la colmena - "porque lo digo yo, que soy tu madre"-.
Vas desprendiéndote de todas sus dulzuras infantiles. No volverán pero sabes que ahí restan. En su corazón y en el tuyo existieron. Se ha sembrado ternura y confías en que en su momento, repartirá nuevos frutos.

Y sí. Las fotografías pueden ser consuelo.
También trampa. La de pretender una vida de exposición, pluscuamperfecta. 
Esa necesidad imperiosa de mostrarse es malvivir.
Todas estas capturas guardan gestos, instantes estáticos, cuando -por paradójico que resulte- lo único que verdaderamente perdura es la vida que transcurre. Esa es la que deja rastro : la imagen guardada en la memoria del alma, no en una galería de instagram.
Confío en que la infinidad de segundos, de horas, que he pasado con los míos y que hoy quisiera visualizar de nuevo,  estén esculpidas en sus corazones. Confío en que las recuerden.
Tal vez debería haber recogido más momentos con ellos pero, por sistemática que hubiera sido, no hubiera conseguido retenerlos ni añadir un solo segundo.
 
A los que todavía tengáis a niños correteando a vuestro lado, no dejéis pasar el tiempo de cultivar la cercanía. De achucharlos, de agacharos. De mostraros siempre disponibles, de enseñarles que les decís "no" porque los queréis pero que les decís "sí "muchas, muchísimas, veces.

Este vídeo- precioso- se acerca a mi vida y a la de tantas madres como yo.



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