Desbandada General



Y de pronto, el nido está vacío. Desbandada general. Vuelan en todas direcciones.
-Los has educado para que se vayan de casa. ¿Qué quieres?-
Eco en los pasillos. Pocas interrupciones.
Ya no hay juguetes enredando los cajones. La docena de huevos alarga casi una semana.
Sueños cumplidos y al tiempo sueños robados.
Qué silencio tan grande.
Cierto es que Rita algo acompaña, incluso gruñe y me recuerda que existe pero, francamente, es una presencia no comparable.
Siempre tuve miedo de estos días.
Ya están aquí.
Y cómo cuesta despedirse.
Sí. Sé que hay cosas maravillosas que están por venir.
Todavía disfruto de la compañía de mi "pequeña" Beatriz, pero su niñez se escurre a una velocidad increíble. Y en dos días también le ayudo con su maleta.

No acabo de verle la gracia a esto de hacerse mayor y decir adiós a los que son tan tuyos.
La vida resultaba redonda cuando conseguía meterlos en la cama. 5 criaturas tiernas con olor a limpio, 3 avemarías y a dormir. Todos bajo mi ala. Reconfortaba saber que estaban bien. Muy bien.
Las mañanas resultaban más soleadas cuando sus besos rechonchos me atropellaban. Tostadas y café, no necesitaba más.
Nostalgias dulces que, si te impiden mirar hacia adelante con ilusión, corren el riesgo de volverse pegajosas y paralizantes. Entretenerse con ellas no ayuda.
Tales sentimientos -lo sabemos- asoman y se entrometen cuando menos lo esperas. Quieren agarrotarme como a aquella mujer bíblica, convertida en figura de sal cuando echó la vista atrás. Si eso ocurre, he descubierto que lo mejor es darles carpetazo con buenas distracciones. El deporte, una serie que enganche, ordenar armarios o una conversación con gente a la que quiero.
Escribir también despeja. Y aquí me tenéis. Necesito sacudirme la tontería como sea ( evítense sobre todo canciones de pasado. Eso es un polvorín emocional).
Si el bajón resulta insistente, me repito muchas veces lo poco me gustaría tenerlos pegados a mi falda. No podría soportar la idea de contemplarlos como adultos dependientes atados por el sutil hilo de ensoñaciones egoistas o manipulaciones afectivas.
Por suerte, la imagen de una vecina de mi barrio acude puntual al rescate. La señora en cuestión ronda ya los 85 años. Una viuda que, en su día, proyectó la ausencia y la pena sobre su vástago. Hoy anda con tacones de 8cms aferrada a su bastón y a su único hijo. Él nunca voló. Ella lo desplumó a fuerza de no soltarlo.

Soy mujer y madre, muy madre.
Y como tal, los quiero bien. Bien lejos, volando bien alto.
Aunque su adiós me duela, aunque reviente, aunque me muera.

Os dejo con un video muy tierno. Según cuál sea vuestro momento, no os lo recomiendo...



Comentarios

  1. Que bueno y q real sentimiento. Q vuelen pero q de vez en cuando regresen para achucharlos y besarlos .
    Me ha encantado!

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