El desenlace

Me he cruzado varias veces con él. Buena osamenta y porte elegante a pesar del lazo amarillo que, aun desentonando, luce orgulloso en su solapa.
Cada vez que me encuentro con este vecino - o cualquiera de los portadores de tal atrezzo- he de hacer un esfuerzo por no violentarme. Al fin y al cabo, siento que están atribuyéndose territorios y opiniones que no les pertenecen, la de la mitad de los catalanes, como poco. 
Interiormente me obligo a recomponer esa reacción primera de rechazo y me digo que, por encima, ¡muy por encima!, de lazos y banderas, están las personas. 
Y eso obliga a centrarse en lo positivo.
A saber:
Una persona que se compromete con un ideal, que es capaz de señalarse y exponerse también a ser señalado, tiene como poco, determinación y coraje.
Esa actitud es mejor que la acedia, el indiferentismo. Al menos manifiesta una preocupación más allá de si mismo...
Por otro lado, me digo que el compromiso independentista vive su ideario con intensidad, casi religiosa, como  la que viven los béticos o los colchoneros con sus equipos , las activistas del femen sus performances o los antitaurinos las corridas. Todos manifiestan a su manera, un sentimiento de misión y pertenencia que les lleva a congregarse, dedicar tiempo y recursos para apoyar cualquier tipo de llamamiento.
¿Dónde está la causa de este enfervorizamiento, de esa generalizada inmolación vital tan llamativa?
La respuesta probablemente sea que estamos asistiendo a una nueva forma de trascendencia. En toda persona hay una búsqueda - por caminos a veces peregrinos-  de justicia, de verdad y bien.
Esos ideales y sentimientos son, en el fondo, distintas respuestas a la necesidad de todo hombre de ser algo más que un ser con un reloj biológico imparable, que vive esperando el fin de semana y disfruta de lo bueno mientras dure.
En definitiva, la actual falta de sentido trascendente, lleva a secundar - estoy convencida- causas por las que dejarse la piel. 
Pero aun haciendo el esfuerzo de entender la buena voluntad de cualquiera de ellos, creo cada uno (con sus cadaunadas), debería marcarse criterios para acertar en esa alineación existencial.
Ahí van unos pocos:
-No hay causa humana - del tipo que sea- que merezca la pena llevarse por delante los derechos y libertades de los demás
-No hay causa humana - por justa que parezca- que justifique enfrentamientos en la familia, vecinos y pueblos.
-No hay causa humana que excuse modos agresivos, prepotentes, violentos
-Hay espacios neutrales en que las significaciones partidistas molestan. Santuarios que se caracterizan por acoger a todos sin tener en cuenta su procedencia, historia y principios: la familia, la Iglesia y las instituciones publicas que nos representan... Ahí sobran posicionamientos excluyentes y faltan personas dispuestas a ponerse al servicio de única causa común verdaderamente necesaria: la paz social. Sólo valen banderas blancas.

Mientras asistimos al "desenlace" o no, os dejo con esta melodía, "Tie a yellow ribbon".  Grito de guerra para unos, delicia para los oídos de todos.


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