Viaje de regreso







Para un cristiano, visitar los lugares santos debería ser prescriptivo.
Somos los únicos convencidos de que, desde hace ya más de 20 siglos, en el cielo huele a hombre y los únicos que tienen a su alcance pisar la tierra por la que anduvo nuestro Dios. Si los musulmanes van a la Meca una vez en la vida, nosotros deberíamos planteárnoslo también. De todas, todas.

He tenido la fortuna de hacerlo estos días y, a pesar de que tardaré tiempo en asimilar interiormente todo lo vivido,  puedo decir la experiencia es transformadora.
Cambia tu modo de rezar, de entender la fe, si es que la tienes. Si no es el caso, despierta preguntas profundas y llegas a entrever respuestas, si decides darles una oportunidad.
Arqueología, historia, tradición se explican al mismo tiempo. Las piedras no sólo hablan, Gritan!  Algo mágico congrega a tantos y tan diversos. Todos quieren establecer su tienda de un modo u otro y todos- al mismo tiempo- tratan de hacer valer su versión de los hechos. Cada una la cuenta según le ha ido, pero al final sólo una es la que vale : la realidad de lo que esa tierra protagonizó.
Que nadie se me ofenda pero, para los católicos, hay motivos de sobras para creer que en ese trocito de mundo algo muy gordo tuvo lugar. Demasiadas casualidades para que todo eso sea un cuento.
Viajar a tierra santa es recorrer el quinto evangelio. La fe se deja ver y toca, se pone de relieve. Se huele, se oye, se ve, se gusta.
Y tal vez ese camino de vuelta a la fe (que es tan tuya, a veces sin siquiera saberlo), se opera de modo casi infantil. Según te adentras  y te sumerges en la atmósfera de según que lugares te sientes como en casa. Caen todas las prevenciones y prejuicios que traes en la mochila. Belleza, armonía, sencillez, cuidado y acogida te envuelven y recogen como cuando, tras recorrer destinos inhóspitos, regresas al añorado hogar familiar.  

En cualquier caso el viaje es 100% recomendable. Galilea es paisaje, silencio, paz, Colores mediterráneos, alegres.  Es el lago, la barca, el pan y los peces. Son palmeras, olivos y pinos, cielo azul, sol y aceitunas.
Jerusalén en cambio es caos, intensidad, lío, desorden. Huele a cardamomo, keebab, incienso y rosas. Huele a hierbabuena y a jazmín.
Huele a sudor y a perfumes excesivos. Huele a humanidad.
Crisol de culturas, de miradas, de espiritualidad, de modos de vivir y amar.
Callejuelas plagadas de encuentros festivos y desecuentros esquivos, intensos, cotidianos.
Ortodoxia y heterodoxia conviven con equilibrios inestables pero conviven, al fin y al cabo.
Las religiones se aproximan sin confundirse. Las personas -todas- mantienen sus distancias tristes, salvo cuando te cruzas con  juegos y risas de niños- esas son universales-, o cuando hablas de Fútbol y de Messi -mira por dónde!- un semidiós, agente ecuménico de primer orden, que aúna corazones y credos.

En pocos metros, en cuestión de pocas horas, resuenan entremezcladas el canto gregoriano o binzatino, los salmos, las lamentaciones, la llamada a la oración desde el minarete, el canto del gallo, las avemarías y,  escondidas entres las paredes de la muralla vieja, los ecos de tantos peregrinos que desde el siglo I ya recorrían estos rincones.
Salvo el merengue o reguetón - bendita prohibición!-, también se oyen músicas de hoy.
En nuestra peregrinación- gracias Luisa!- sonaba de fondo "A tu lado " de Los Secretos.
Melodías todas que expresan de mil modos la nostalgia de Dios escondida en el corazón humano.
Lo único necesario para empezar el viaje de retorno es atreverse a reconocerlo y dejarse asombrar.

He muerto y  he resucitado, con mis cenizas un árbol he plantado,,
su fruto ha dado.
Y desde hoy, algo ha empezado.
He roto todos mis poemas,
Los de tristezas y de penas.
Lo  he pensado,
Y sin dudar,
Vuelvo a tu lado.
(...)
Ayúdame y te habré ayudado
Que hoy he soñado, 
en otro mundo,
en otra vida,
Pero a tu lado.





Comentarios

  1. Qué emocionante Angelita y qué bonita la canción, seguro que la llevarás siempre contigo ligada a este maravilloso viaje.

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