Gracias Marta



Se me acaba de ir al cielo un trozo de infancia precisamente en el Día Europeo de la Música. Menudo guiño del cielo. "Marta Minguella, Culo de Paella" (como solía decir al presentarse), ha muerto esta madrugada sin tiempo para que pudiéramos despedirla como merecía.
Probablemente tenía prisa por irse porque, en realidad, nunca fue del todo de este mundo.
Su creatividad, su calidez, su extraordinario don para la música y su amor a los niños estaban poco ajustados a la realidad, fría y pragmática, de este siglo.

Primero amaba y luego venia lo demás.Primero la melodía luego la partitura.
Quienes tuvimos la dicha de formar parte de alguno de sus sueños, como fue el del grupo Nins, disfrutamos de una genuina y singularísima forma de entender la vida. Esa aventura supuso para nosotros sumergirnos en el mundo supuestamente hostil y amenazante de los artistas y el espectáculo, de los estudios de grabación, la televisión, las giras y actuaciones pero, gracias (y quien sabe si "precisamente por") a la inocencia de Marta, disfrutamos de esta etapa sin convertirnos en estrellas. Fuimos niños que cantaban por amor al arte en compañía de otra niña como nosotros, encerrada en un cuerpo de adulto que le venía grande. Durante aquella etapa nos enseñó acerca del exigente trabajo de todo artista, de técnicas vocales y fundamentos de la interpretación, de la importancia y escucha al cuerpo técnico que posibilitan la magia y grandeza de cualquier espectáculo; nos mostró y demostró el riesgo y el valor de todo atrevimiento creativo - como lo fueran cada una de sus miles de composiciones- pero, sobre todo,  nos inculcó el agradecimiento y consideración absoluta al público -ya fuera 8 u 800 - que acudía a vernos y escucharnos.

Durante esos años dorados nos hizo entender que nuestra  misión  y nuestras  canciones- las suyas!-  servían para alegrar un poco la vida a los demás. Nada más y nada menos. Su responsabilidad - lo tenia bien claro- era que no dejáramos de ser niños mientras transitábamos por platós y teatros varios.
Nunca firmamos- también nuestros padres respectivos se ocuparon de ello- contratos con discográficas que condicionaran nuestras vidas. Nunca intercambios monetarios que pudieran poner en riesgo de un modo u otro nuestra inocencia 
Eso nos salvó. Porque el sustento muchas veces corrompe el alma de los artistas. Y ahí Marta era irreductible. Sobre todo porque para ella el dinero era algo casi molesto.
Nunca le importó ese pequeño detalle. Jamás hizo cálculos ni previsiones. Necesitaba poco,  pero para si no se procuró, ni siquiera, lo necesario. 
Con Marta todo merecía ser  celebrado, cantado, festejado. La vida era un juego y aprendizaje continuo y el escenario, el baile, la habilidad de cantar ante miles de personas solo eran ocasiones para 
ello. 
Su genio musical y su absoluta identificación con el sentir de cualquier niño con el que se cruzara hizo de ella una pedagoga musical extraordinaria.
Era cercana, sin actitudes postizas o ensayadas, con una risa clara y una voz aniñada y cálida que conquistó tanto a la farándula, como a los medios  hasta la mismísima Casa Real Española. Nadie podía desconocer tanto talento ni resistirse a su dulzura infantil.

Mientras su madre Pepita estuvo a su lado cuidándose de ella, pudo sostenerse para seguir viviendo sin preocuparse. Tras su su muerte, Marta perdió el bastión fundamental que la mantenía en pie en todos los sentidos.
Muchos de nosotros, de su niños, ya creciditos salimos al rescate. Hicimos esfuerzos por acompañarla en el tránsito hacia la autogestión.
No fue posible.
Ella quería vivir sin contabilidad alguna. Al día y entregada a lo que quería: la música, los niños y sus perros. Añoraba muchas veces esos días dorados de éxito musical y reconocimiento, pero sólo porque su sueño de llevar más música al mundo se hizo por un tiempo realidad.
Y ahora que se ha ido pienso que no sé si al final, ella se llevó la mejor parte.
Si la bienaventuranza es para los limpios de corazón, está claro que ella está entre los elegidos.
Siempre miró al mundo con ojos transparentes, cargados de asombro. Sus lágrimas jamás se tiñeron de reproches o amargura. Puede que de extrañeza ante un mundo que no entendía, ni la entendía pero aun así, hasta el final, celebró la vida con un corazón transparente, inmenso, repleto de música.

Mi querida Marta: 
No he podido despedirme de ti como debería.
Tampoco estas líneas son suficientes.
Gracias por todo. Siento en el alma no haber estado más cerca. 
Te llamé durante el confinamiento. Un mensaje en el contestador ha sido mi ultimo adiós sin saberlo. 
Qué poco. Perdóname. 
Tu, como la mayoría de los genios, recibirás el reconocimiento tras tu muerte.
Ahí va el mío. Pequeño pero sentido: Soy lo que soy, soy como soy, en buena parte gracias a ti.

"Vivan los niños".
Una de tus canciones.
Nada más que añadir.




Comentarios

  1. Marta fue mi profe desde los 3 años y crecí con ella y los Nins.Ahira tengo 53.Pude seguirla por telefono hasta poco antes de subir al cielo donde estoy segura que esta rodeada de pequeños angeles cantando para seguir cantando y transmitiendo amor y paz.Gracias por tus palabras me han hecho un gran bien.un abrazo

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