Pasar por el arco de triunfo
Ramón Masats |
El sábado estuve visitando la exposición fotográfica de Ramón Masats en Fotocolectania.
Justo enfrente, bajo el emblemático Arco de Triunfo, se celebraba el inicio del año nuevo chino.
Dos universos tan distintos a pocos metros de distancia.
La mencionada exposición recopilaba, entre otras, imágenes de la Barcelona de los años 50 y 60 en las que, tras el marco de múltiples rincones de la ciudad, asomaba la pobreza de aquellos tiempos. Retratos de vidas sencillas, sin pretensiones ni máscaras, que además de sobriedad transmitían una dignidad insólita, incluso diría que envidiable. Esa dignidad que da el no depender de lo superfluo y sonreír o gestionar, con soltura o recursos creativos, la dificultad.
Sus días, en muchos de los casos, transcurrían en la luchas por la supervivencia, por la prosperidad, por construir un lugar mejor para sus familias a costa de ellos mismos, fieles a lo recibido de sus mayores y guiados por una aspiración por ser honrados, no por tener más.
Tras la visita (super recomendable, por cierto), salimos a la calle.
El escenario sigue siendo hoy, prácticamente, el mismo.
Lo que ha cambiado son, sin duda, los protagonistas. No sólo sus rostros y rasgos, también su lengua, su abecedario y, sobre todo, la forma de vida en la que, en general, lo naif, el neón, el poliéster y el manga toman vestidos, gestualidad, locales, y rostros.
Mientras paseábamos por Ronda de san Pere creí estar en Chinatown. Si hubiera sido el Raval, la sensación sería la de adentrarnos en el Magreb.
¿Qué ha pasado?
Creo que la respuesta es múltiple.
Por un lado, varias generaciones nacidas en esta tierra tras la posguerra, nos hemos apuntado a la cultura del bienestar. Una forma de vida que ha apagado el hambre pero también la capacidad de sacrificio. Otras, sin nada que perder, lo arriesgaron en su día todo y se lanzaron a lugares desconocidos en busca de oportunidades que los de aquí dejamos escapar.
A eso se le añade, nuestro haber menospreciado los valores y tradiciones de los que nos precededieron mirando hacia otras u hacia ningún otro sitio, más allá que nuestro ombligo. Caer en la tentación de suplantar la Navidad por la celebración del solsticio de invierno, o la del menú del día con rollitos de primavera en lugar de garbanzos con chorizo tiene sus consecuencias.
Por más que se hayan puestos esfuerzos en consignas: "en català si us plau",me parece que nos hemos quedado muy cortos. No sólo el catalán, deberíamos haber preservado también el latín y el griego, nuestros gustos, fiestas, calendarios, derechos, valores y costumbres, las bases de tradición judeo cristiana. Esa sabiduría de siglos que nos estamos pasando, sin problema, por el arco del triunfo .
Y, salvo que nos animemos a reconquistar alguna posición en la pirámide poblacional (creo que vamos tarde), el panorama multicultural va a ir a más.
Urge una integración adecuada para lograr una convivencia entre pueblos tan distintos que sume, no que reste.
Todo pasa por poner en valor lo propio para acoger lo ajeno. Pasa por recuperar la belleza de nuestro patrimonio cultural. En las familias, en las escuelas, en las instituciones responsables. Pasa por abrir los ojos a la realidad y dejarse de demagogias y complejos laicistas. Pasa por leer más. Pasa por empaparnos de nuestro pasado . Pasa por desintoxicarnos de redes sociales que igualan los espíritus ahogando la singularidad en la homogeneidad y superficialidad.
Pasa por recordar, respetar, aprender, rectificar, acoger, escuchar, reconocer y seguir avanzando juntos sabiendo de dónde venimos y hacia dónde queremos ir como sociedad necesariamente mestiza.
Esta es la canción que me inspira este post. Creo que encaja muy bien con lo que trato de compartir
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