Ganchillo y rosario

Hace pocos días murió, tras una inoportuna rotura de fémur, mi tía abuela. "Babá" la llamaban cariñosamente. 

Tenía 101 años. Pertenecía a una generación en la que las cosas se planteaban de un modo escueto pero muy práctico. Cualquier decisión se reducía a si estaría bien o mal hecho. Punto.

Ahora todo se relativiza y las obligaciones para con otros (incluso para con uno mismo), se cuestionan. Mientras no moleste a nadie, que haga lo que le dé la gana. Ni siquiera los padres se atreven a opinar... no vaya a ser que les condicionemos. Y así, sin condicionamientos ni límites, hemos llegado a la generación perdida, a la llamada generación X.

Nuestros mayores no se acomplejaban al afirmar que su labor fundamental era la de acompañar y guiar. Y no sólo en los asuntos que hacían referencia al negocio, a la profesión, a la labores del campo o a las tradiciones culturales. También respecto a los asuntos más trascendentes.

El sentido de la vida era iluminado por la fuerza de la Fe y la esperanza cristina. Un fe acogida y asimilada.

Tal vez sus motivos eran menos elaborados que los nuestros, pero su piedad, su confianza en la intervención de Dios en la historia de cada uno de ellos era connatural, formaba parte de su personalidad, de sus expresiones, de sus gestos y de sus costumbres. Más crédulos, más confiados y más conscientes de su condición de criaturas contingentes. No se regodeaban , con la absurda e infantil autocomplacencia que caracteriza al hombre de hoy.

Los niños aprendían teología en el regazo de las madres. Las nanas y las cuentos al calor del brasero, hablaban de lo divino y de lo humano. Los abuelos dormitaban en el salón con un rosario en la mano. Ganchillo y avemarías, romerías y sardanas. En el armario, un traje de Domingo. Por san José, el olor a crema catalana presagiaba una gran celebración y matar al pollo cebado en navidad, manifestaba la alegría de la redención en forma de menú de feria .

La vida en familia incluía compartir y manifestar la fe común. Una fe que conectaba múltiples generaciones y las hacia presentes y necesarias. Ellos eran, consciente o inconscientemente, un eslabón más de una cadena que llegaría hasta el final de los tiempos. Lo mismo fueron mis padres.

Hoy nos toca a nosotros.

Los niños de ahora siguen preguntando dónde se ha ido el abuelito, quién ha hecho el cielo y dónde estaban antes de nacer.

No hacemos lo que corresponde a quien va por delante en el camino, si no damos respuesta , con la razón y el corazón, a sus interrogantes más profundos. Llenar de sentido los pasos o los tropiezos que damos en la tierra , señalando hacia donde dirigirlos, es nuestro deber más fundamental (aunque sea entre brumas y con muchos más libros de teología en nuestras estanterías que antaño…).

De otro modo llegará la sorpresa de la muerte y nos pillará absortos en cavilaciones estériles , a la espera del sentimiento perfecto o del argumento que consiga disipar cualquier género de duda pero con los deberes por hacer!!!

Gracias Babá, gracias avia María, abuela Angelita, avi Miquel, abuelo Juan francisco. Tieta Tere y tía Consuelo....Vuestra vida ha sido un testimonio luminoso que nos ha hablado , casi sin daros ni darnos cuenta, de vida eterna. Guardadnos, allí donde estéis, un buen sitio junto a vosotros!!!!!!

La música que me ha acompañado en este post: "Gracias a la vida" de Pasión Vega

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