Jugando con fuego


Prácticamente a diario, a eso de las tres de la tarde, aparecen ante nuestra mirada historias de dramática violencia. Sus protagonistas son en muchos casos jóvenes heridos de permisividad y excesos.
Esta semana se reabre el caso de Marta del Castillo. Sus padres merecen justicia. Nada peor que sobrevivir a un hijo arrebatado por una muerte violenta.
Sin embargo ( y con ello no pretendo juzgar a sus progenitores) me pregunto si esta crónica negra- como tantas otras- podría haberse evitado.
Una hija que sale sin tener claro dónde y con quién duerme es blanco fácil para los abusadores. Una adolescente rodeada por coleguillas cuyo principal objetivo es la farra o la fiesta es, como poco, alguien que se la está jugando. Una niña flanqueada por compañías sobre estimuladas con sustancias tóxicas - químicamente predispuestas a respuestas incontroladas-, es una niña que está jugando con fuego.
¿Los padres lo saben, lo permiten, o lo soportan con malentendida resignación?.

La mayoría de los jóvenes hoy se mueven en el ámbito de la inmediatez en estado puro. Se divierten bebiendo, besando y seduciendo para su propia satisfacción convietiéndose unos y otras en meras comparsas de un triste espectáculo de sinrazón. Sin ponderar las consecuencias, tales planteamientos dan cancha a los instintos más elementales y facilitan el olvido de cualquier rastro de escrúpulos o sensatez.

Marta del Castillo no hubiera muerto si esa noche hubiera vuelto a casa antes. Tal vez habría vuelto serena, despejada y feliz de regresar. Miguel Carcaño o el Cuco no habrían osado vejar a una niña ni tirar su cadáver a un río o a un contenedor…

Cada uno de los protagonistas de estas tragedias mediáticas no lo serian si hubieran entendido a tiempo el valor de la palabra no. Si hubieran comprobado, desde niños, la satisfacción que produce saberse señor de si mismo. Si hubieran experimentado con diaria naturalidad el saludable ejercicio de la renuncia del capricho por un bien mayor. Si hubieran practicado en asuntos cotidianos y menores, la valentía necesaria para decir “no ,no va conmigo”. Si hubieran comprendido y amado el valor de su propia dignidad y la de los demás.Y el respeto que ésta exige.

Actualmente dice que los cánones educativos han de reinventarse continuamente dadas las nuevas situaciones sociales y culturales a los que nuestros hijos tienen acceso. Siendo eso cierto, algo tan elemental y al alcance de cualquiera como es la formación del carácter ,- ayudarles a dominar ese tirano que todos llevamos dentro- tiene que volver a considerarse como el mejor de los patrones para conseguir que nuestros hijos sean felices y quieran volver a casa, cada noche, sanos y salvos.

Esta es la música que me inspira el post.
Es el grito que, desde el desconcierto, nos lanzan muchos de esos jóvenes.











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