Cuando nos equivocamos


Una gran profesional con la que coincidí hace pocos días en la pausa del café comentó, como de pasada,  la ilusión  que supondría tener otro hijo pero, dado lo complicado que le resultaba, prefería descartarlo.
Aclaró entonces que ella a los hijos los "encargaba".
Se mostraba partidaria de normalizar las cosas, de hablar sin filtros. De hecho contó como ya había dicho a su mayor, que en realidad lo era porque lo habían descongelado antes que a su hermano.

No supe reaccionar.
Las teorías se me dan bien pero cuando descendemos al terreno de lo concreto, la cosa cambia.
¿Qué decirle ?
¿Qué podría haberte dicho?
Nada. Sobre todo porque de nada hubiera servido.
Además, sin conocernos, resultaría una intromisión inaceptable.
Aun así  quedarme callada y dejarme envolver por los tranquilizadores eufemismos del lenguaje tampoco me parece una buena idea. Me siento responsable de lo que ocurre a mi alrededor.
Por eso escribo. Para compartir con vosotros las respuestas que elaboro antes los numerosos interrogantes y dilemas morales que se nos plantean hoy...
Si alguna vez te llega este escrito, no quisiera que te sintieras juzgada. Tus hijos son una maravilla, seguro.
Como lo son los míos.
Pero los míos como los tuyos, como los de todos!, cargan sobre sus espaldas las equivocaciones de sus padres.
En la mayoría de los casos hay una causa común: la inmadurez de los progenitores o llámese un discernimiento que no valora las consecuencias de determinadas decisiones en nuestra vida  sobre la de los demás. Los detonantes de tales decisiones suelen ser deseos, ilusiones, deslumbramientos legítimos pero insuficientes para valorar con la prudencia necesaria los asuntos más trascendentes.
A esa mentalidad infantil podemos sumarle el engaño de quien quiere creer que el único límite  que existe para toda historia  personal es el de la posibilidad.
"-Si se puede, ¿por qué no hacerlo?.-"
Y ese criterio, acaba pasando factura.
No todo lo que se puede se debe.

El hombre tiene una condición limitada y reconocerlo es completamente imprescindible para avanzar hacia la plenitud personal.

Cuando hemos recorrido trayectos equivocados en busca de la felicidad, resultamos más creíbles al desaconsejar según que opciones.
Pero para eso lo primordial es admitir el error sin paliativos.
Mis hijos sufrirán el peso de una ruptura.
En el caso de mi compañera de café, el de las consecuencias de una maternidad que puede
disponer de vidas congeladas para su uso o desuso según convenga.
Nos duele admitir la verdad pero es el único camino de regeneración personal y familiar.
Llamemos a las cosas por su nombre.
Hay quien se atreve. Como la protagonista del video.
Datos poco sospechosos de "conservadurismo".









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