Acuerdos en el PipíCan



Tener perro humaniza. Te recuerda esa naturaleza animal que el mundo 2.0, eficaz y todopoderoso, parece querer hacerte olvidar.
Una vez cubiertas las necesidades básicas, el perro pide poco y da mucho. Bien los sabemos los dueños.
Sin embargo hasta ahora nunca pensé que su sola compañía podría facilitar también la convivencia vecinal e incluso nacional.
Ayer, mientras paseaba con Rita charlé un buen rato con Arnau. Su perra, "Lluna", una teckel divertida y cariñosa hacia lo propio con " mi pequeña".
La conversación trató de comportamientos caninos, destrezas, cuidados y manías.
Nuestra charla fluía del catalán al castellano sin demasiados problemas. Arnau lucía en la solapa un lazo amarillo que no advertí pues andaba yo centrada en las gracias de su perra y en el original arnés que llevaba para sujetarla.

Cuando nos despedimos caí en la cuenta de que lo fácil que resulta el diálogo cuando se trata de hablar de tu perro. Pasamos el rato la mar de a gusto. A él se le olvidó su fijación independentista y a mi se me pasó el calentón que me produce toparme con símbolos amarillos.

El pasado 1 de octubre las calles en Cataluña volvieron a encenderse.

En buena parte la culpa es de los políticos. Les falta profesionalidad y decencia. Sus decisiones en lugar de girar entorno a la causa común - el bienestar ciudadano y la paz social-  lo hacen respecto a la propaganda y a la particular causa del separatismo. Y todo mientras cobran religiosamente un sueldo que pagamos entre todos.
La culpa se acrecienta cuando, a sabiendas de lo imprudente que resulta alentar a la revuelta, desde una posición de autoridad como es la Presidencia de la Generalitat, ésta se justifica.
-Feu bé d'apretar - dice el Sr Torra a kaleborroka catalana.
-Però Quim... T'has begut l'enteniment?-
No olvide Sr President que quien siembra vientos, recoge tempestades.

Aun así creo que la culpa no es sólo de los políticos.
También es nuestra, de los ciudadanos de a pie.
Esos que paseamos perros, cogemos el autobús y hacemos cola en la panadería.
Si no dejamos de lado las banderías entre los cercanos, si no apartamos los signos de división y buscamos puntos en común, la convivencia se tornará insostenible. Y no procuraremos soluciones a este conflicto lacerante e inútil, porque simplemente no querremos preservar un convivencia tan incómoda.  Optaremos por romper la baraja unos u otros.
Necesitamos recobrar la cordura y la voluntad de hacernos la vida fácil.
Hablemos de asuntos de importancia,  asuntos amables y constructivos. Empecemos por ahí.
Urge recuperar la cordialidad aun a base de amores perros.



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