Demencia





Casi no hablo de él.
He escrito acerca de mi madre pero no sobre mi padre. Tal vez no encuentre palabras porque ya son tan pocas las que nos cruzamos. Ahora nuestro intercambio es de miradas, de besos suaves, de caricias.
Responde al afecto siempre con una sonrisa.
También reacciona ante los pequeños servicios. No es ni una ni dos, son muchas las veces que, desde el abismo absoluto de su mutismo, asoma un -muchas gracias-  claro y rotundo.
Es un señor.
Siempre trató bien a quien le atendía. Un caballero que sabía servir y ser servido.
Todavía hoy, cuando vamos a alguno de sus restaurantes favorito,s los camareros siguen preguntándonos por él. No eran sus generosas propinas - que también-  era su talante considerado, sencillo, acogedor y disfrutón el que hacían de él - de ellos, porque siempre iba en compañía de mi madre- unos clientes inolvidables.
Era y es presumido. Ahora cuando le espetas un -¡pero que guapo estás¡- se viene arriba e incluso arquea las cejas con cierta picardía.
Su aspecto impecable, sin embargo, nunca sirvió para humillar sino para mostrar su mejor versión honrando al que tenía delante. Nos ha costado Dios y ayuda arrancarle la corbata y los gemelos.
Sus profundas raíces cristianas y sus virtudes lo han conformado como esos árboles viejos que, sin saberlo, siguen ofreciendo protección y una sombra generosa con su sola presencia. Es la estela que regalan sus buenas obras: un padre agachado por los suyos, doblado por el trabajo y alzado por su amor a su mujer y a los demás. También el rastro de bien y compromiso social que ha dejado a su paso es un legado que hace que, muchos como yo, lo acompañen con enorme respeto y merecido reconocimiento.
Lo único que el tsunami vital sufrido no ha conseguido llevarse por delante es el recuerdo de su nombre, el número del edificio que lo vio nacer, el amor a su mujer, la actitud agradecida hacia los demás  y el rezo del avemaría. ¿No es impresionante la grandeza de un hombre que mantiene su identidad y principios a pesar de no pertenecerse?
A mi no me gusta ver a mi padre así pero a él sí le gusta -estoy segura- sentirse querido y atendido cuando ya no puede hacer nada más que mirar y sonreír a quien sabe - de esto también estoy segura- le quiere.
Ayer fue el día mundial del alzheimer y a mi hoy no se me olvida mi padre.
Te quiero papá.
Soy y seré una hija orgullosa de ti. Siempre.

Os dejo con una de sus melodías y directores favoritos, André Rieu. Los que le conozcáis sabréis por qué.















Comentarios

  1. Qué inspiración para todos, gracias Angelita! Y la música es de una película muy romántica y dramática que he visto pero cuyo nombre no recuerdo... ¿italiana?

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