Hablemos de amor (III) Sexo sin gusto
Así que voy a recuperar la conversación que inicié con vosotros hace un año y mi teoría acerca del sexo. Amenacé con 3eras partes ( https://mi-contra.blogspot.com/2019/08/hablemos-de-sexo-i-sexo-sin-objetivo.html)
Hoy traigo el sexo sin gusto.
Puede recordarme en cierto modo al abajamiento que uno puede sentir cuando se encuentra revolviendo, inquieta y concienzudamente, en la sección de oportunidades rebuscando ese algo -que no sabe qué es- entre fajas, perfumería barata y cacerolas. O al de ponerse morados a chocolate y vino si andamos estresados con algún tema. Esas simplezas responden también de alguna manera al afán por la conquista de la felicidad, a la creencia ingenua que piensa que una vez satisfecho el capricho, mis inquietudes y paradojas van a resolverse definitivamente.
¿Quién puede negar que el exceso trasluce falta de armonía y de estilo?
El placer se disfruta a poquitos y los atracones se digieren mal. Sólo un patán haría botellón o sangría con un Vega Sicilia.
Ademas pasado el momentazo, queda un regusto amargo. Ese que sientes - y acallas- cuando algo se te ha ido de las manos, cuando la satisfacción de un deseo se ha resuelto rápida pero insatisfactoriamente.
Estamos hecho para mucho más. Puedo creer que me basta con polvos mágicos para acallar esa necesidad de abrazo, energía y conquista. Pero, desviaciones ninfómanas aparte, lo normal es que decepcione porque no es más que un sexo falseado, sin recorrido, de hoy y ahora, que siempre pide más.
Una casa en la que se deja entrar al primero que pasa, es una casa sin alma, vaciada. Un espacio frío donde todo aquel que, sin pretender más que coincidir y distraerse un buen rato, aparece en el horizonte y luego se esfuma.
Nada que ofrecer y guardar. No hay misterio que desvelar. Jugar y abrirse en canal es poco distinguido. Todo dicho.Todo hecho. Todo el pescado vendido.
Y ahora, ¿que ???.... Llega el hartazgo.
O una nueva relación.
A poco que dejemos espacio a la reflexión, a tu vida le faltará poso, rastro, hondura, esfuerzo, exigencia.
La promiscuidad sexual lleva al aburrimiento por exceso. Vivimos arrastrándonos por el deseo en lugar de gobernarnos por nuestra dignidad de personas con propósitos y proyectos por los que merece la pena superarse.
Nadie puede negar que la fidelidad resulta armoniosa y siempre elegante. Hombres y mujeres con señorío, probados y fuertes, que han sabido aguantarse los machos y seguir adelante por un bien que les es más importante: El otro.
El placer se disfruta a poquitos y los atracones se digieren mal. Sólo un patán haría botellón o sangría con un Vega Sicilia.
Ademas pasado el momentazo, queda un regusto amargo. Ese que sientes - y acallas- cuando algo se te ha ido de las manos, cuando la satisfacción de un deseo se ha resuelto rápida pero insatisfactoriamente.
Estamos hecho para mucho más. Puedo creer que me basta con polvos mágicos para acallar esa necesidad de abrazo, energía y conquista. Pero, desviaciones ninfómanas aparte, lo normal es que decepcione porque no es más que un sexo falseado, sin recorrido, de hoy y ahora, que siempre pide más.
Una casa en la que se deja entrar al primero que pasa, es una casa sin alma, vaciada. Un espacio frío donde todo aquel que, sin pretender más que coincidir y distraerse un buen rato, aparece en el horizonte y luego se esfuma.
Nada que ofrecer y guardar. No hay misterio que desvelar. Jugar y abrirse en canal es poco distinguido. Todo dicho.Todo hecho. Todo el pescado vendido.
Y ahora, ¿que ???.... Llega el hartazgo.
O una nueva relación.
A poco que dejemos espacio a la reflexión, a tu vida le faltará poso, rastro, hondura, esfuerzo, exigencia.
La promiscuidad sexual lleva al aburrimiento por exceso. Vivimos arrastrándonos por el deseo en lugar de gobernarnos por nuestra dignidad de personas con propósitos y proyectos por los que merece la pena superarse.
Cincuentones con melenas ridículas abrazados a jovencitas ansiosas por pillar alguien que les pague el máster. Cuarentones y cuarentonas que se le pasa el arroz y creen que tal vez así recuperen los años perdidos. Jóvenes imberbes buscando un afecto eterno y ofreciendo a cambio tan solo una noche de revolcón.
Una galería de vidas tristes sin brújula, sin clase, sin objetivos ni agallas que van regalando sus días a cambio de caricias esporádicas y huecas. Es, en todo caso, vivir - o sin vivir- desparramándose.
Mira a tu alrededor y dime a quién admiras secretamente: a quien triunfa en tinder o a quien sencillamente es capaz de protagonizar hasta el final, con todo lo que ello conlleva, una historia de amor real.
Yo lo tengo muy claro. Apuesto a que tú, seas quien seas, también.
Y porque lo bueno nunca cansa, os dejo con una de mis canciones favoritas "Come what may". Enjoy!
Que forma tan elegante de describir una realidad
ResponderEliminarQuerida Angelita. Cuánta razón tienes en tu visión de las relaciones sexuales. Acabas tu escrito con una preciosa frase..”lo bueno nunca cansa”. Y es cierto que debería ser así pero ¿sabes una cosa? Hace años que llegué a la conclusión de que la gran mayoría de los hombres (siempre hay excepciones), son infieles. He conocido tantos, tantísimos casos de hombres infieles, unos cercanos a mí, otros cercanos a amistades, a amistades de amistades, y , no sólo eso, sino que lo he comprobado incluso en hombres que pondrías la mano en el fuego por su lealtad. Pero te quemarías, hombres amantes de su familia y con valores, pero éstos también caen. Son infieles por naturaleza, su sexualidad es tan primaria, tan simple, que son incapaces de frenar sus impulsos. La infidelidad de los hombres es lo común, la fidelidad las pocas excepciones que quizás aún hacen que creamos en el verdadero Amor. Cuántas mujeres son conocedoras de las infidelidades de sus maridos y callan....
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