Amor en tiempos de Covid
Una buena amiga me recomendó el libro "Los 5 lenguajes del amor". No puedo aconsejarlo porque no lo he leído todavía pero ella me adelantó algunas de las propuestas, muy interesantes por cierto.
Contaba que cada uno expresa el amor de un modo principal: unos lo hacen a través de las palabras, otros a través de tiempo de calidad- tiempo sin prisas, de dedicada atención -, otros a través de obsequios - detalles materiales que hablan de agradecimiento, admiración, deseo de belleza para los demás-, otros a través de actos de servicio -gestos y atenciones dirigidas a facilitarle la vida - y otros a través del contacto físico - abrazos, caricias y bienestar corporal-.
Son todos formas distintas de decir al que está a tu lado, lo valioso que es para ti; hablan de tu disposición a ofrecerle tus cuidados, tu deseo de acompañarlo, acogerlo, de encontrarte con él, hacerlo sentir importante y necesario.
En mi caso, las palabras son muchas veces, mis mejores caricias. Es la forma más espontánea e intuitiva de conectar con el corazón del otro. Lo toco, lo abrazo, lo cuido con la prosa cotidiana y los relatos que me inspira su presencia asombrosa.
Aun así, la vida me ha enseñado que muchas veces ese otro necesita otras cosas.
Con el paso de los días voy cayendo en la cuenta de que, este tiempo de encierro con tus seres más queridos, se está convirtiendo en una oportunidad magnífica de crecer en la práctica de aquellos "dialectos" del amor con los que estás menos familiarizado.
Lo mejor es que tal escuela está al alcance de todos, dado que es en el ámbito de lo doméstico en el que uno puede descubrir un espacio inmenso donde ejercitarse en el lenguaje del cariño.
Cualquiera de nosotros, por ejemplo, puede hablar de amor con la limpieza y desinfección -obligada en estos días-. Ahí nos olvidamos de manías y rechazos comprensibles a todo resto orgánico desagradable, pertrechados de guantes, fregona, spontex y pato wc (¿que haría yo sin él?), lo damos todo derramando aromas florales allí donde vamos.Y, por si fuera poco, levantamos barreras químicas impidiendo la entrada de este virus maldito a nuestros hogares. Un amor romántico eficaz y protector... Not too bad!
(Reconozco que unas sábanas planchadas son un modo del todo sublime de decir te quiero. De tal menester prácticamente me he olvidado. Confieso que, en esta casa, estiramos cuanto sea posible. Se trata de política de supervivencia. Las horas se dedican a labores esenciales.)
La tradición gitana dice "pa quererse, hay que rozarse". Y la pandemia Covid nos ha traído- a los que tenemos la dicha de vivir acompañados- ocasión única de mejorar la práctica del amor de contacto. Creo que -salvo prescripción facultativa- todos percibimos la necesidad de tocarnos más, de sentir la energía y alivio de un buen beso o abrazo. Son muestras de ida y vuelta que, desde hace 47 días, se han vuelto mucho más conscientes, más sinceras, más sentidas porque hemos descubierto de sopetón que el hombre y la mujer tecnológica es vulnerable y dependiente y que necesita, para completarse, de la sencilla presencia física del otro.
De todos los lenguajes mencionados, en mi caso, donde definitivamente estoy perfeccionando el nivel de conversación, es en la cocina. Los fogones están siendo el habitat natural en que mostrar esta nueva destreza lingüística. Cada vez que me supero cortando ajos y cebollas, pelando patatas, deshuesando los restos del pollo, haciendo una sopa o una bechamel (para luego recoger, limpiar y volver a empezar al cabo de un par de horas este particular ritual de seducción) me digo - y sé- que estoy hablando de amor.
Esa dichosa pregunta -"¿Qué comemos ?- es en el fondo un -"¿Cómo me quieres hoy?"-.
La cocina de la infancia y de la juventud es un recuerdo que permanecerá -bien lo sabemos- imborrable en nuestra alma.
Todos también sabemos que estas semanas no van a olvidarse nunca. Sin embargo, a poco que nos lo propongamos, podemos además hacer de ellas una oportunidad de regalar a los nuestros momentos imborrables, sabores irrepetibles y descubrir mil modos nuevos de abrazar y decir a cada uno de ellos: -¡Cuánto te quiero!-
Os dejo con una escena inolvidable que ilustra de modo magistral ese amor a fuego lento del que venimos hablando
La tradición gitana dice "pa quererse, hay que rozarse". Y la pandemia Covid nos ha traído- a los que tenemos la dicha de vivir acompañados- ocasión única de mejorar la práctica del amor de contacto. Creo que -salvo prescripción facultativa- todos percibimos la necesidad de tocarnos más, de sentir la energía y alivio de un buen beso o abrazo. Son muestras de ida y vuelta que, desde hace 47 días, se han vuelto mucho más conscientes, más sinceras, más sentidas porque hemos descubierto de sopetón que el hombre y la mujer tecnológica es vulnerable y dependiente y que necesita, para completarse, de la sencilla presencia física del otro.
De todos los lenguajes mencionados, en mi caso, donde definitivamente estoy perfeccionando el nivel de conversación, es en la cocina. Los fogones están siendo el habitat natural en que mostrar esta nueva destreza lingüística. Cada vez que me supero cortando ajos y cebollas, pelando patatas, deshuesando los restos del pollo, haciendo una sopa o una bechamel (para luego recoger, limpiar y volver a empezar al cabo de un par de horas este particular ritual de seducción) me digo - y sé- que estoy hablando de amor.
Esa dichosa pregunta -"¿Qué comemos ?- es en el fondo un -"¿Cómo me quieres hoy?"-.
La cocina de la infancia y de la juventud es un recuerdo que permanecerá -bien lo sabemos- imborrable en nuestra alma.
Todos también sabemos que estas semanas no van a olvidarse nunca. Sin embargo, a poco que nos lo propongamos, podemos además hacer de ellas una oportunidad de regalar a los nuestros momentos imborrables, sabores irrepetibles y descubrir mil modos nuevos de abrazar y decir a cada uno de ellos: -¡Cuánto te quiero!-
Os dejo con una escena inolvidable que ilustra de modo magistral ese amor a fuego lento del que venimos hablando
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