Vividores hasta el final ¿Votos a favor?

 

No creo que sea una cuestión de maldad. De verdad, no creo que exista el deseo abierto de la muerte de un enfermo, impedido o anciano.

Lo que creo que hay es confusión, falta de experiencia acerca de lo que son los cuidados paliativos y, tal vez, no haber tenido la oportunidad de vivir de cerca una situación de enfermedad irreversible e incurable, de manera positiva. 

Los gobernantes que hoy aprueban una ley de la eutanasia (para la que, para mayor gravedad del asunto, no hay demanda social alguna) no han tenido la ocasión - estoy segura- de descubrir la maravilla del cuidado y del servicio en mayúsculas. 

Me refiero a la del que se entrega incondicional y absolutamente al otro, en el momento de máxima fragilidad. 

Cuando eres testigo de que esa totalidad entre personas es posible, es incompresible que procures la muerte del enfermo. Buscarás fórmulas y soluciones concretas para que puedan disponerse de lo medios terapéuticos necesarios de modo que se alivie el sufrimiento y los pacientes sean atendidos con el esmero que merecen y durante tiempo que los requieran.

Cuando familiares, asistentes o médicos procuran tales cuidados, entre ellos y el enfermo se establece un intercambio de humanidad absolutamente sobrenatural que redime a cualquiera de sus protagonistas, por lamentable que haya sido su existencia. Hay tanta grandeza personal escondida en esos diálogos, muchas veces silenciosos. 

Entristece comprobar la falta de inteligencia creativa por parte de los promotores de esta sinrazón legislativa ¿el único camino que se les ocurre para aliviar al que sufre es precipitar y programar la muerte? Si se me permite la expresión (salvajemente traída pero muy elocuente) : "muerto el perro, muerta la rabia". ¿De eso se trata?

Hay quien dice que el moribundo, el médico o la familia del paciente sí debería poder elegir cuando morir porque su días ya no son dignos de ser vividos.

¿Cuáles son los parámetros para considerar si una vida es digna? ¿Digna es una vida sin sufrimientos, sin soledades, sin limitaciones, sin desgastes, sin sobresaltos, sin claroscuros, sin traiciones, sin dolor? ¿Es esto una vida digna o es una ensoñación infantil de lo que debería ser la existencia? .

Algunos afirman que los que somos contrarios a la eutanasia disfrutamos con el sufrimiento. No se confundan, señorías. Nosotros de lo que disfrutamos es de la fortuna que es vivir, y queremos aprovechar ese recorrido hasta el último instante. Somos auténticos vividores. Procuraremos, por todos los medios humanos a nuestro alcance, evitar cualquier dolor innecesario. También respecto a los que amamos. 

¿Cómo quiero morir? ¿Cómo creo que desearían morir ustedes también, señores del gobierno? 

Sin dolor, confortados con los cuidados paliativos que la medicina pública nos pueda proporcionar (gracias, precisamente, al justo reparto del erario común); agotando los últimos segundos de conciencia que se nos regalen para preparar bien para el gran salto mortal; con tiempo para pedir perdón a los que hayamos ofendido, con la satisfacción de haber tratado de ser lo mejores que hayamos podido ser y dejándonos acompañar por todas aquellas personas que quieran manifestar su amor hacia nosotros, cuando ya ni siquiera podamos mirarlas con agradecimiento, en la despedida definitiva.  Así deberíamos diseñar la muerte digna ¿Votos a favor?


Aquí os dejo el testimonio de Lucía y Miguel. Sobran comentarios




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