Feliz Navidad Mamá

No he podido escribirte antes.

Mi corazón estaba en shock, seco, apagado, lento, torpe. Tampoco hoy lo siento distinto pero, dada la proximidad de la Navidad, añoro más que nunca tu abrazo, tu alegría al verme, tu apoyo incondicional, tu sonrisa, tu espera, tus satisfacción al leer mis posts. 

Desde que te has ido, el mundo parece no haberse enterado del quebranto irreparable que ha sufrido. El universo entero debería lamentarse, llorar, dolerse, cuando alguien como tú desaparece del horizonte. Es una pérdida descomunal. No existen almas así.  No soy capaz de encontrar otra tan generosa, delicada, divertida, atenta, humilde, rápida, audaz, dócil, elegante, inteligente, prudente pero sobre todo compasiva como era la tuya. Todos, absolutamente todos, los que tuvimos la dicha de tenerte cerca nos supimos abrigados por tu mirada acogedora. No se te escapaba nada ni nadie. Eras una mujer en mayúsculas. Un escudo fuerte, hecho de pura fragilidad, en el que nos sentíamos protegidos. Una amabilidad y ternura que conquistaba irremediablemente a cualquiera que se acercara a ti, viniera de donde viniera.

La humanidad no sabe lo que se ha perdido. Los que te hemos querido y te queremos sí.

En algún momento breve- brevísimo-  te recupero unos instantes. A veces una canción, el aroma de alguna de tus prendas, una nota escrita con tu caligrafía preciosa y precisa, el recuerdo de tus múltiples genialidades. Presencias fugaces, mínimas, que quisiera prolongar pero que, en realidad, se escapan.

Mañana es Nochebuena y me faltas. Me duele tu ausencia y necesito repetirme lo que me enseñaste en casa, frente a un Belén: La Navidad recuerda que Dios se compadeció de nosotros. Que supo de nuestra necesidad de amor que perdura, de misericordia que acompaña, perdona, no hace preguntas y abraza incondicionalmente.  Por eso Dios se hizo Niño y se rodeó de un padre y una madre. Porque sabía de nuestra necesidad de amor y cobijo sin méritos. Dios quiso también para si una familia. 

Y necesito pensar el cielo, ese del que también me hablaste tantas veces. Me contaste que Él había ido por delante y nos había preparado un hogar para siempre en el que volveremos a reunirnos y en el que ahora me estás esperando. En el que te sigues alegrando cada vez que escribo un post y el que te tengo cada vez que me asomo. Y eso está a mi alcance. Estoy y estaré contigo cada vez que me recoja y rece.

Antes de despedirme de ti, te pedí señales concretas e inmediatas.

Y me las has mandado, pero me faltas tú.

Feliz Navidad mamá. Te quiero, te echo de menos aunque te sienta y te sepa muy cerca.

Este año mi villancico no es un villancico al uso. Es musica celestial- que viene a ser lo mismo- porque me recuerda a ti y me acerca a tu corazón que, a buen seguro, está muy cerca de Dios.