Quiero verte sonreír

La inocencia siempre tendrá la puerta abierta de mi casa. Y en especial la suya.

Me gusta llamarlos síndrome up porque tenerlos cerca da subidón y tira para arriba.

Su sola presencia ayuda a creer que un mundo más humano es posible. Su abrazo desmedido, irreverente y gigantesco es capaz de redimirte de toda maldad y hacerte creer bueno.

Jamás te juzgan y al mirarte parece que te admiren, engrandeciéndote por pequeño que seas. Eso si es empoderar.

Confían en ti cuando tu mundo ha dejado de hacerlo y te esperan siempre con ilusión renovada. No conocen la rutina. Los días para ellos son asombrosos y la vida - la suya y la tuya- es un regalo. Cada día emprenden sus tareas con alegrías renovadas. 

¿A quién se le podría ocurrir ocultar esos rostros y amordazar semejantes sonrisas? 

Por lo visto el Tribunal Europeo de derechos humanos ha decidido que las personas con síndrome de Down no puedan aparecer en el panorama publicitario francés. No conviene mostrar que son felices, no vaya a ser que hieran sensibilidades.

Entiendo que la contemplación de tanta ternura sacuda las conciencias de muchos, pero ¿no es eso lo que conviene a esta sociedad narcisista y deshumanizada? ¿Es mejor no incomodarse y no permitir que la esperanza se haga un hueco en nuestra cultura?.

Y es que ellos - y todos los que no son considerados aptos- son testimonios vivos que lo débil tiene cabida en este mundo. 

Ocultar la verdad de nuestra condición limitada, sea de quien sea, es triste, infantil y un lamentable error de cálculo temporal. Porque todos, absolutamente todos- antes o después- seremos vulnerables, pobres y dependientes. Y entonces no creo que nos guste que nos aparten de la foto.

Esta es la campaña que ha tanto ofende a algunos. Creo que hay que hacérselo mirar