Llámame Hijo


La serie "Adolescence" está en boca de todos.

No me extraña en absoluto.

Creo que se trata de una magnífica oportunidad para reflexionar acerca del papel que padres y educadores tenemos para salvaguardar la deriva de nuestras familias y de la sociedad actual.

Que un niño de 13 años asesine a una niña de su edad -de eso va la serie- no cabe en cabeza humana. Hace cuatro días -de eso va, en demasiadas ocasiones, la realidad-un grupo de alumnos, de un instituto en Santander, pegó y grabó la paliza que propinaron en el aula, a un compañero que sufría parálisis cerebral. 

Mofa, humillación, atropello, brutalidad... ¿Cómo es posible que hayamos llegado tan lejos? ¿De dónde surge esta forma agresiva, deshumanizada y excluyente de trato que se establece en los grupos de chicos y chicas de estas edades?

¿Es la escuela, son las redes, es la falta de autoestima, la crisis de autoridad, la revolución hormonal que sufren, o es una situación multifactorial?

En mi opinión, es la soledad de nuestros adolescentes ante la fuerza que ejerce sobre ellos la cultura de la imagen, la constante comparación, el bullying, la hipersexualización cultural de la que beben desde su infancia, la asfixia de las pantallas, su dificultad para establecer conversaciones con adultos que les presten atención y los escuchen desde el cariño, las rupturas familiares tan generalizadas donde, en la mayoría de los casos, la falta de respeto y la violencia forman parte de su cotidianidad. 

Ante semejantes desafíos, los hemos dejado solos,

Hay una escena de la serie —una de tantas— que me parece memorable.

Uno de los chicos que protagonizan la serie habla con su padre —policía responsable del caso— y le reprocha que nunca lo ha llamado "hijo", como sí lo hace, en cambio, con los menores con los que tiene que tratar.

El padre, en ese momento preciso, reconoce el grito callado de aquel niño con cuerpo de hombretón que tiene frente a sí. Entonces, le pide perdón y deja lo que tiene entre manos para dedicarle una tarde. Su hijo sonríe y se deja querer. El padre ha descubierto cómo, ante tanta presión, el pequeño necesita sentirse acogido, valorado y querido para poder sobrevivir en esa jungla. Ese padre tiene la suerte de advertir a tiempo que su hijo lo necesita.

Y ese padre no minimiza el problema ni escurre el bulto. Pone remedio de inmediato. Quizás de manera improvisada y torpe al principio, pero supone un punto de inflexión; un golpe de timón que iniciará, con toda seguridad, una nueva trayectoria en su relación.

En cambio, a los padres del protagonista ya no les da tiempo. Tras la tragedia, la vida de su hijo y la de ellos mismos no volverá nunca a ser igual. Hay consecuencias irremediables. Aun siendo un matrimonio estable,  personas honradas, cargadas de  buenas intenciones, se les han escapado cosas. Cosas que ocurrían cuando su pequeño se encerraba solo en su habitación porque ellos no estaban en casa. 

PD No olvides la serie. Debería ser de obligado visionado 

Acabo con una canción que rememora momentos maravillosos en mi vida de no hace tanto ...













Comentarios

  1. Gracias por compartir esta reflexión. La serie “Adolescence” realmente conmueve, y ojalá sirva para abrir conversaciones urgentes en casa, en las aulas y en toda la sociedad. Escuchar, acompañar y estar presentes puede marcar la diferencia.

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