Maternidad en espera

Estoy en un momento vital en el que miro hacia atrás y hago balance. Voy adentrándome en una nueva etapa en la que mis hijos ya no me necesitan de igual modo. 

Mi maternidad ha sido y es una vocación vivida en plenitud. He recibido a mis cinco hijos como regalos inmerecidos. Sobrepasaban todo lo esperado. Sus almas y sus miradas consiguieron doblegarme desde el el primer momento.

Reconozco que siempre (y eso no sé si es sobresaliente o, tal vez, lo más deficiente de mi tarea educativa), les he encontrado todas las gracias, aun sabiendo que no eran perfectos.

Ante los - "No se lo digas tanto!"-, yo respondía con un sincero - "¡Es que no puedo callarme!"-

Y sí, siento nostalgia, sobre todo de esos días pasados en los que su único miedo era no tenerme cerca.

Pero llega el momento - porque llega- en el que el primero emprende el vuelo y se aventura a escribir su propia historia. 

Y haciéndolo, abre el camino para que el resto hagan lo propio.

Y empieza el movimiento de idas y venidas.

-"¿Cuántos hijos tienes en casa?"-

-Es una cifra fluctuante. Depende de si teletrabajan, televiajan o se teletrasnportan!!!.... 

En realidad, están y no están. Los ves, pero no estoy segura de que ellos lo hagan del mismo modo. Sus prioridades ahora son sus desafíos profesional y la construcción de un ilusionante futuro personal, en el que la idea de crear su propia familia cobre forma algún día.

Y me siento orgullosa de contemplar sus avances. Me preocuparía mucho que mis hijos no quisieran irse de casa o de que mi actitud pudiera dificultarles egoístamente la despedida. Sin embargo,  confieso que sigue constándome asumir que son hijos libres. De igual modo, me cuesta aceptar que sean hijos de su tiempo y que, tal circunstancia, moldee su forma de ver las cosas. 

Asumo también que, en adelante y muy probablemente, van a decidir sin preguntar, sin mi permiso incluso sin mi bendición.

Aun así, sé y saben, que si aciertan, ahí estaré para celebrarlo con ellos.

Y que, si se equivocan, ahí estaré para recogerlos.

Se abre ahora otra etapa: la de la confianza y la espera paciente. Podría decir que es una forma distinta de vivir la maternidad. Me imagino que, como les ocurre a los buenos agricultores, debo aprender a vivir con la ilusión de la llegada de nuevos frutos, sorteando los miedos a sequias y tormentas y a esperar con la paz que da el esmero de la buena siembra. 

Algo tengo por seguro, como cualquier madre del mundo: hagan lo que hagan, sean como sean, digan lo que digan, los queremos por encima de cualquier cosa y algún día (como nos ocurrió a nosotros hace ya algunos años) sabemos que dirán o pensarán: -"¡Ay mamá, cuánta razón tenías!"-

Os dejo con una escena memorable y una melodía de cierre que me emociona 








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