Después de Selfridges ( II parte). Disquisiciones bajo tierra


A la salida de Selfridges, la meca de cualquier comprador algo viajado, me abofeteó el contraste.
Desorden , tráfico, lluvia, semáforos, miseria y bocinazos.
Como presas ante su depredador todos huían con ritmo frenético. ¿Quién os persigue?.
La boca de metro me engulló junto a miles de móviles inquietos por tanto quehacer. Parloteaban .
Volví a observar todo aquello como si no fuera conmigo.
Tacones, maletines, traqueteo.
Soledad entre cuerpos pegados. Proximidad que no intima sino que extraña.
Historias de búsquedas. Ansias de bien, mal resueltas.
Los presentes (y ausentes) parecían tristes, muchos de ellos perdidos, pocos hallados y la mayoría confundidos .
Todos determinados a continuar determinados
Ya sentada, intuí muy pocos “para qués,” muy pocos “por qués”. Más bien “ahora qués” y “ahora cómo”.
Máscaras , brillo de labios, “Caretos “ y caretas. Yo también me había puesto la mia aquella mañana.
Auriculares, bostezos , lecturas de bolsillo pequeño, apreturas , apretones.
Timbres, amenazas y miedos.
Sospechas al acecho de la ingenuidad y la frescura. Fracaso

Debía haber elegido otra ruta. Directamente al museo británico.
Era tarde y hacía frío. Olía a sopa ajena. Sentí nostalgia de la propia.
Sólo un deseo: volver a casa. Amortiguar el corazón y recomponerme. Reenfocarme, recogerme y descansar.

Esta es la música que me inspira el post.

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