Metafísica del aironfix


Cada año, a estas alturas de septiembre muchas de nosotras (utilizo a conciencia el pronombre femenino) nos dedicamos con afán y horas a preparar una vuelta al cole sobresaliente…. Mi tendencia natural al caos y a la improvisación hace que conseguir el kid escolar completo sea todo un hito de empeño personal…. Cada año logro arrrancar de mi marido un reconocimiento explícito del mérito que supone ese exhaustivo control logístico de polos por reponer, zapatos, calcetines, ropa por marcar, comprobación de isbn's de libros, ect…..
Sin embargo hay algo de lo que, si cabe, me siento más orgullos todavía.
Diría yo que es –junto a mi atributo de incondicional del F.C.Español- la afirmación más sincera de mi currículum. A saber: soy una experta en forrar con aironfix ( sin bolas ni arruga alguna ).
Entiendo que pueda juzgarse esta operación como desvarío proteccionista innecesario, en un mes de tanta gestión diversa y en un mundo en el que todo tiende a ser de usar y tirar. Pero es que, quien así piensa, probablemente no haya descubierto cuál es el sentido último de este exceso.
Un libro bien forrado es para mi un marco de inicio óptimo que manifiesta la voluntad del que vuelve a empezar un curso con afanes y bríos renovados…
En realidad al hacerles entrega del mismo , les estoy diciendo :
Hijo mío: Aspira a un trabajo bien hecho, aprecia el valor de un libro, cuida de una enseñanza y de los detalles pequeños . Procura el perfecto traspaso del conocimiento a los que vienen por detrás"
Y , en cierto modo, pretendo que ellos al contemplar a diario ese ejemplar bien preservado, piensen :
"Mis padres quieren que aspire (sea cual sea mi tendencia natural) a ser pulido, ordenado , a cuidar el material de trabajo, a empezar con buena letra. Me han preparado lo necesario para que lo consiga, puesto que me creen capaz de hacerlo

En mi caso también hay algo de emocional en juego. Se trata de transmitir una tradición familiar. Mi padre desplegaba toda su capacidad cuando forraba junto a nosotros una montaña desanimante de todo tipo de material escolar y marcaba con "Dimo" de colores nuestros nombres y apellidos. Y aquella solicitud por mi, me hacia sentir tan importante...

Hace poco oí que las personas necesitamos de los inicios para replanteamientos y ganas de volver a intentarlo.
Un libro bien forrado es, al tiempo, un buen punto de partida y un recordatorio diario que señala el horizonte a alcanzar: la tarea bien hecha de principio a fin . Por eso cada año me empeño en doblegar bajo la pegajosa manta plástica adhesiva del airofix -¡y cueste lo que cueste!- cualquier portada, carpeta o libreta que se me ponga por delante.

He calculado cuántos metros llevo gastados . No serán menos de 40 ...
Los doy por bien empleados si sirven para contagiarles el convencimiento de que pueden , y deben ,ilusionarse por ser y trabajar este año un poco mejor que el pasado.

Este es la música que me inspira este post

Comentarios

  1. ¡Ah! ¡La eterna lucha contra las arrugas del plástico...! Yo también pertenezco a la generación de libros forrados y nombres con DYMO. Mi madre, en su infancia, tenía libros forrados con un antiguo papel con motivos plateados que ocultaban la portada. Es curioso como algunas generaciones mantenemos el gusto por tratar de conservar lo mejor posible las cosas que merecen la pena, en este caso los libros que nos han de acompañar todo un curso. Ojalá mi hija, cuando le corresponda, forre también los libros de mis futuros nietos siempre y cuando los "pendraivs" no ocupen en un futuro su espacio...

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