El árbol de la vida. Arte sacrosanto

La prudencia más elemental aconseja no iniciar  una conversación con un consejo.

Sin embargo no puedo más que hacerlo.

Como si una resaca matutina se tratara, los ecos de lo ocurrido anoche todavía resonaban en mi interior hoy.

Asistir al estreno de “El árbol de la vida” ha sido una experiencia inolvidable.

Algo tan inesperado como ir al cine y  entrar en trance.

Una experiencia más allá del entretenimiento.Una experiencia de contemplación, de aprendizaje y casi, diría yo, de crecimiento íntimo.

El árbol de la vida es un poema visual. Un viaje a los diálogos interiores del hombre y a sus grandes  abismos. Una invitación a la pausa y al descubrimiento. “No dejes nunca de asombrarte”… Boquiabiertos discurre la belleza ante nuestros ojos… la belleza elocuente, la belleza que da sentido y respuestas.

Sólo la mirada cercana descubre la grandeza de lo pequeño. Terrence Malick, una vez más, lo hace con artesanía de sabio y, lo más increíble es que, desde la plana dimensión de una pantalla, nos lo enseña a hacer.

La preparación, las expectativas deben ser distintas a las de cualquier estreno de la cartelera.

Hay que predisponerse de manera diferente. Abrir el corazón sacudiendo cualquier asomo de banalidad sería aconsejable.

Igual que debiera prohibirse mascar chicle al contemplar "La Pietà" de Miguel Angel, del mismo modo  habría que  procurar evitar la entrada de palomitas a la sala. Todos los sentidos deben de cooperar a crear la atmósfera necesaria. El resto consiste en dejarse llevar y doblegar  nuestra debilidad por lo inmediato, tan característica de la cultura que nos envuelve.

Admito que no es una película convencional. Es imposible entenderla en su totalidad y a la primera. ¿Es que la poesía puede racionalizarse?

Una obra maestra que pide volverse a ver. Y todo esto sin tener en cuenta la la fotografía, la música y la interpretación  sobresaliente de Sean Penn,  Brat Pitt  y Jessica Chastain. Eso sería casi lo de menos.

Infinidad de destellos de vida cruzados armoniosamente, en perfecta cadencia y providencial combinación.

Trazos geniales y un testamento vital que bien podría ser el mio:  “A menos que ames, tu vida pasará volando” .

A lo largo del filme, el protagonista recupera la esperanza, un día perdida y lo asombroso es que, si te dejas, puede que recuperes la tuya también… Cuando una director consigue algo así, traspasa el tiempo y se consagra.

Imprescindible.

PD. No apta para todo los públicos. Un mínimo de sensibilidad y calma es requerida.




¿ La música del post?. La música -¡ toda!- del largometraje. Alexandre Desplat  ha conseguido recoger la banda sonora de una vida de dos generaciones  y saltar hasta la nuestra ¿que más queremos?



Muy interesante la visión desde el interior del personaje femenino...