Un hijo contestón
Como cuando te sale un hijo contestón.
Puedes hacer oídos sordos un tiempo pero, de un modo u otro (por el bien de propios y ajenos,) en algún momento vas a tener que atender y gestionar su quejas.
¿La criatura es susceptible y cargante en exceso?
Puede.
Pero si se te ha puesto peleón y desafiante también en parte es culpa tuya.
Te ha faltado inteligencia en la gestión de la autoridad, no has cortado a tiempo según que impertinencias y tampoco has sabido reconocer sus progresos.
Hoy la patata caliente no puedes más que comértela.
Sin embargo una cosa es que se te suba a las barbas (suele ocurrir entre los que se tienen tomada la medida) y otra que te tome el pelo, que cuestione las normas elementales de convivencia que han hecho posible la coexistencia lograda hasta ese momento. Además de crear precedente y contagiar la actitud de permanente desobediencia entre los tuyos, tu casa corre el riesgo de convertirse en un reino de taifas, donde la ley de la fuerza del grito, el descalificativo y el portazo impida la paz entre los tuyos.
Lo peor es cuando el insurrecto te viene con argumentos iusnaturalistas del tipo:
-¡Desobedecer a una ley injusta es legítimo!.
-Veamos querido, una ley acordada en materia de organización y consentida por las partes nunca es injusta-.
Lo deseable es que en el instante en el que el crío decide que las reglas de convivencia- negociadas previamente- ya no le convienen y opta por desobedecerlas, asome algo tan elemental como la consecuencia .
En mi casa los llamamos castigos o "apechuga machote". Pueden denominarse también multas o inhabilitación.
Que un inclumplimiento no tenga sanción es lo mismo que decir queda abierta la veda.
Y que ya no mando y (ni nadie). En lugar de la ley de la razón se impone la de selva.
Hay que ver la parte positiva del asunto. Una vez el joven díscolo cumpla su penitencia y/o pague lo que corresponda, estaremos en condiciones de renegociar las cosas. Igual incluso rebajo la pena si lo veo con buena disposición.
Entonces llegará el diálogo en el que resultará especialmente necesario atender con interés sus pretensiones, reproches, dar cauce a la desazón que ha provocado el conflicto y tratar de generar nuevos acuerdos con él de modo que consigamos un marco de estabilidad que facilite la paz para los que forman parte de la familia en cuestión durante otra buena temporada.
En definitiva se trata de una cuestión universal: todo hijo de vecino, sea de unos o de otros, antes que nada somos, como Serrat, partidarios de VIVIR.
Hagámoslo posible.
Has bordado el símil del hijo con la actualidad vigente. Te felicito!!!
ResponderEliminarHas bordado el símil del hijo con la actualidad vigente. Te felicito!!
ResponderEliminarHas clavado nuestra realidad! Totalmente identificada por tu reflexión! Felicidades!
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