Adolescencia: Pasarla sin pasarse



Las madres tendemos a sufrir más de la cuenta. Puede que un inoculado instinto de protección de la cría, tenga esta la edad que tenga, sea el culpable… Sin embargo la sabia naturaleza acude en nuestra ayuda cuando más se precisa.
Con la llegada de la adolescencia nuestros hijos pasan de ser esos seres adorables que manejábamos según nos parecía mejor, a convertirse en unos desconocidos de maneras bruscas e incansable espíritu de contradicción.

Nuestra hermosa función de gallina clueca va en declive transformándose en la de vigía, teóricamente desde la distancia. La contraparte masculina adquiere un protagonismo mayor, sobre todo a la hora tomar el mando en caso de rebelión.
¡Ay lo que nos cuesta dejar de tomar "sus" decisiones!
Este juego de libertad y responsabilidad, nuevo para ellos, lo es también para nosotros.

Y toca aplicarse una vez más en el arte de educar.

Tienen que pasarla sin pasarse. Este es el punto de mayor complicación si queremos acompañarlos en su camino hacia la madurez. Los padres debemos aprender a distinguir y determinar qué es lo esencial  y qué lo accidental.  
Dónde ponemos el límite de lo inaceptable y dónde hay que desarrollar unas buenas“tragaderas".
Sabiendo, además, que la negociación será muy dura. Y que debemos mantener en todo momento la calma para hacerles entender - o al menos intentarlo- que "te digo no, porque te quiero y te quiero bien".
Nos van a poner a prueba una y otra vez dado que necesitan comprobar -por su bien y el nuestro- nuestra firmeza en aquello que hayamos decidido. De otro modo, estás muerto. Te han tomado la medida y poco podrás hacer ya para enmendarlo.

Sin embargo, no todo son malas noticias. De parte los progenitores juega el paso de los días: es esta una situación de enajenación mental transitoria.
Como un sarampión, debemos asumir  que  – a pesar de los inconvenientes- es mucho mejor  que la sufran ahora que a los 40, tanto para su salud emocional como para la de su entorno.


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