La cátedra del cariño
Cada vez que me despido me arrepiento de no haber grabado la conversación con mi madre.
Su cuerpo pequeñito y débil no le impide elaborar historias y argumentos. Sienta cátedra con un hilito de voz y sólo, cuando la ocasión lo requiere, dobla la cintura del "oponente "con sus delicadas intervenciones.
Solemos aprovechar la sobremesa para charlar de mil asuntos que nos ocupan en ese momento. Puede hablar de cine, política, de educación, zarzuela, entre otras muchas cosas.
Y si le pides consejo, no pierde comba y atina, de forma magistral, con aquello que necesitas.
Hoy me he acercado con dos de mis hijos.
Hemos hablado del tema de las redes sociales, del modo de comunicarnos hoy, de cuáles son las inquietudes que mueven al mundo y qué tipo de respuestas se necesitan en la actualidad.
Como no podría ser de otra forma - porque nos separa la edad, la experiencia, el temperamento y una combinación genética distinta- ha habido discrepancias.
Ese es el riego y la exigencia de la conversación interpersonal, sobre todo entre personas a las que quieres tanto. No puedes desentenderte cuando el interlocutor te interpela y no puedes cortarla sin más, como en un hilo de twitter. La presencia del otro requiere llegar a alguna conclusión o como mínimo a "tablas".
Por si pudiera quedar alguna duda acerca de lo sabrosa que puede resultar una tertulia con personas que practican el arte de la conversación, de la escucha y la atención al otro y donde los dispositivos móviles son sólo el tema y no el centro, mi madre ha colocado la banderilla emocional definitiva para que nuestra visita de hoy fuera un regalo todavía mas grande de lo habitual.
Especialmente para mi.
En mi caso, cuando pensaba que había conseguido, en nuestro intercambio de posiciones madre/hijos, transmitir la "lección de sensatez" correspondiente, mi madre espeta - una vez mis chicos habían desaparecido de escena- lo siguiente:
-No entiendo la mayoría de cosas de las que habláis. Pero hay una cosa que no haces bien con ellos...
-Dime.
-Quieres sacar provecho de toda conversación. No das puntada sin hilo. Vas colocando mensajes a la que puedes. Y tienes que dejarles tiempo y espacio. A ellos y al Espíritu Santo (mi madre cree firmemente en la intervención de Dios en el alma y la historia de cada uno) que habla de modo mucho más creativo y efectivo que tú, de cara a su desarrollo pleno.
No quieras tocar todos los palos.
Y entrelíneas he entendido claramente su mensaje.
Disfruta de su compañía, de sus atrevimientos, de sus miradas nuevas, sin más motivo que descubrirlos. Asómbrate, quiérelos, consigue que se sepan queridos, acogidos en su singularidad.
No tengas miedo. Lo sembrado dará su fruto en su momento. Se paciente. No estés en modo formativo todo el día. Siéntete feliz con su sola presencia. Hazles saber que te chifla su compañía y que sientes el orgullo de ser su madre. Se una buena conversadora, pero sobre todo escúchalos.
Sólo así descubrirás la suave melodía de fondo que late en sus corazones y la música y letra que componen con sus vidas gracias al legado que sus mayores han custodiado con tanto esmero para ellos.
.....
Pues eso. Sigo viviendo la dicha de tener una catedrática del cariño, dedicada a mi y a los míos, entregada, desde su absoluta fragilidad, a la misión de enseñarnos a querer y a querernos.
Esta, como no podría ser de otra forma, es la banda sonora que me inspira el post... Disfruten!
Angeles, no sabes como me ha gustado tú post !! lo comparto, miles de gracias. Ya te lo dije personlmente en la cena benéfica de @losangelesdekenia y te lo vuelvo a decir, una y mil veces. Eres pura inspiración. Gracias de verdad.
ResponderEliminarTeresa (@mtllamas, la de los clubes de lectura ;-))
Qué bonito y útil recordatorio Angelita, gracias!
ResponderEliminarInspirador y entrañable .Que importante es recordar a los que tenemos cerca sin necesidad de esperar a que se vayan .
ResponderEliminarNuria espero seguir siguiendote .