Cautivos de las redes. 7 formas de escapar
Ayer pude ver el documental "El dilema de las redes". Recomendable 100%. Me gustó, sobre todo, como mostraba la creciente dificultad de acceder a información verdadera. A esa que procede de lo real.
La que recibimos a través de las redes viene sesgada en función tanto de nuestras preferencias como de los intereses del anunciante. Todo está minuciosamente programado. Como dice uno de los protagonistas de la cinta "treinta programadores blancos están diseñando qué deben pensar 2000 millones de personas".
Esta es la fuerza abrumadora que ejercen sobre nosotros.
Los propios creadores de estas herramientas hablan de las nuevas tecnologías como el "chupete digital". Cuando estamos solos, aburridos, sin objetivo concreto, nos dopamos con la dosis suficiente para mantenernos distraídos sin tener que esforzarnos en ejercitar nuestra capacidad reflexiva, regalando nuestra vida- ¡el tiempo es eso! -y permitiendo que sodomicen nuestras cabezas y conciencias casi sin advertirlo. No sólo es el contenido el que se tergiversa según convenga, es el propio diseño adictivo de los programas el que nos atonta y nos tiene enganchados y a su merced: cautivos.
Es urgente plantar cara y empezar a escapar de tal sometimiento, por desgracia ignorado por la mayoría.
A mi se me ocurre algunas soluciones sencillas- domésticas- pero eficaces ( y urgentes).
Creo que se tratan de verdaderos actos de resistencia y ejercicios de libertad para evitar ser avasallados y para capacitarnos a la hora de distinguir una información veraz y valiosa de la que no lo es.
1º Silenciar las notificaciones del móvil.
Esa medida viene recomendada en el documental. Necesitamos centrarnos en aquello que tenemos por delante sin interrupciones ni sobresaltos. La dispersión nos impide poner el foco y la atención necesaria para vivir con la hondura necesaria el presente. Esas notificaciones son mecanismos pensados para activar constantemente nuestra natural curiosidad por la novedad y la necesidad de estar en contacto con los demás.
2º Elegir un buen libro, tenerlo a mano y dedicarle parte del tiempo que empleamos - o malgastamos- mientras estamos conectados. Es un ejercicio hoy en día exigente pero enormemente nutritivo para el espíritu. Puede plantearse casi como un ritual litúrgico. Cadencia, entorno adecuado, una posición corporal que permita mantener la atención en lugar de acabar dormitando. Leer es un acto reaccionario que además procura argumentos para no dar por válida cualquier opinión por el hecho de que sea dicha.
También contrarresta la cultura de la satisfacción inmediata. Una preciada conquista al alcance solo de los que estén dispuestos a entregarse a la tarea.
3º Dedicar un rato a la meditación, descubriéndote en silencio. Incluso si te rodean entornos familiares demandantes y ruidosos, regálate esos momentos. Muchas veces queremos obviarlos porque en soledad aparecen las temidas preguntas. La cuestión es: ¿Qué hay detrás de ese miedo ? Piénsalo despacio cuando cierres la puerta de tu habitación y atrévete a adentrarte en tu fascinante mundo interior. No te lo acabas.
4º Dar un paseo. Sin cascos, sin móvil, levantando la mirada. Ejercitaremos olvidadas cadenas musculares, emocionales y espirituales que necesitan activarse de nuevo y descubriremos rincones, escenas y personas que jamás hubiéramos conocido antes.
5º Jugar un rato con tus hijos.
No es necesario una gran parafernalia. Con dedicarles atención les estás protegiendo de intromisiones de los dispositivos. Estando con ellos, ya estás practicando la contemplación activa y educándoles en el arte de vivir en clave humana. Sin necesidad de pantallas.
6ª Exponerte y entretenerte con la belleza.
Búscala, procúratela.
Transita sin prisa por un parque, asómate al mar- si tienes la dicha de estar cerca-, contempla una obra de arte o sumérgete en una sinfonía barroca por ejemplo y resiste. Resiste hasta que sientas que llega el sosiego a tu alma, hasta que acuda a ti un recuerdo, una emoción, un consuelo para tu mirada cansada y adormecida.
7º Tras esa dieta détox, dedícate un rato a lo importante. Prepara con cariño una buena conversación: en familia, con tu pareja, con amigos, lanza una pregunta, promueve la tertulia.
A mi me funciona mejor tras haber disfrutado de una buena comida a la que, por supuesto, lo móviles no están invitados
Los protagonistas se sentirán acogidos y escuchados. Reconocidos. Aprenderán - a medida que vayan acostumbrándose a charlar - a elaborar un discurso, a defender una linea argumental, a reconocer que no tienen la menor idea de algo. A buscar respuestas. A pensar por cuenta propia. A elegir fuentes de conocimiento fiables mas allá del mundo digital para saber a lo que atenerse.
Porque creer que todo vale, que cualquier opinión tiene el mismo valor, por rocambolesca que sea o por numerosa que parezca, es un atentado contra el sentido común.
También contra las matemáticas.
-Un metro es menor que un kilómetro.-
-¿Quién lo dice?-
- Lo dice la realidad. Así de simple.
Incluso si en Google encontramos foros que afirman lo contrario.
Muy importante en estos tiempos de tanto Zoom... gracias por las ideas ;-) (y la buena conversación de hoy!)
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