Hasta pronto Papá

Mi padre ha fallecido y quiero escribir algo. 

Sin embargo, las palabras se quedan cortas. Muy cortas.

No me importa. Él merece que me exponga a una redacción mucho más pobre de lo que me gustaría y  que, en justicia, debería recoger.

Mi padre era sencillo y esencialmente bueno. 

Sencillo en sus gustos, sencillo en su aficiones, sencillo en su conversación, sencillo en su piedad, sencillo en el trato, sencillo en sus argumentos, sencillo hasta en su equipo de fútbol. Un "perico"convencido, acostumbrado a perder, que jamás dejó de confiar en las opciones del RCEspañol. Los "excesos" los dejaba al color de su corbatas, a los regalos a su mujer y a las celebraciones con sus hijos, nietos y sus amigos.

Y era un hombre bueno, sin pero alguno. No tenía doblez. Confiaba en todo aquel que conocía. Su acercamiento a los demás fue siempre desde el respeto y el interés genuino. Su transparencia doblegaba a cualquiera que lo trató. Nunca se mostró suspicaz. Y le fue muy bien vivir de ese modo. Pudo sufrir algún sinsabor por eso pero, basta ver el balance y los frutos de su días en la tierra para darse cuenta de que, no se equivocó. 

No conoció la pereza. Su día a día, hasta que su demencia se lo permitió, fue trabajar. Era también su peculiar forma de descanso. 

Y trabajaba para servir. En primer lugar a su familia, pero luego cerca- muy cerca- a sus amigos y a todo aquel que se arrimara a pedirle ayuda. 

Nos enseñó a vivir en abundancia con sencillez y a ser sencillos en la dificultad. 

Y nos enseñó sin grandes discursos. 

Hablaba muy poco. Él era más bien de hacer y de ser. Un hombre siempre agradecido, desprendido y dispuesto a ayudar en toda ocasión, si estaba en su mano.

Tal vez me falte mencionar su amor inquebrantable y tierno a mi madre y su eterna sonrisa.

No le recuerdo una mueca de amargura. Jamás le vi derrotado ante nada, ni ante nadie. 

Las ultimas palabras que -pocos días antes de morir-  le oí decir fueron: "gracias", "mamá" y "amén", tras santiguarse torpemente.

Lo hemos despedido con canciones, risas, avemarías y muchos besos.

Como colofón, los nietos entrando a su abuelo en la Iglesia a hombros para que mi hermano sacerdote, llevándolo hasta las misma puerta del cielo, ofreciera junto a mi madre- allí presente- y el resto de hijos, la Misa por él. 

¿Es posible improvisar un final así? No, definitivamente, no. 

Es el resultado de una vida feliz y lograda, de un hombre sencillo y enteramente bueno que supo querer hasta el último suspiro.

Mientras lo enterrábamos, mi sobrino Miguel entonó el que creo ha sido el hit de estos días:  "My rifle, my poney, and me". A mis padres les encantan los westerns. Últimamente veían "Rio bravo" una y otra vez.

Quizá por eso me gusta imaginármelo adentrándose en la eternidad como un vaquero - bueno y sencillo como él-, de paso lento y seguro, mirando de frente al horizonte infinito, con la confianza de quien ha cumplido sobradamente su misión y de quien alcanza, por fin, el fuerte definitivo.

Allí me espera, y por eso, el cielo me gustará más.

Te quiero papá.

Y como las palabras se quedan cortas, quiero traer aquí a lo que escribí acerca de él hace un año. Llevaba por título Demencia ( o porque los verdaderos caballeros nunca olvida que los son).

Creo que suma detalles y brillo a su retrato. 

Estaba escrito, lógicamente, en tiempo presente. 

Lo dejo así. Lo siento más cerca.