Re-engendrado



Con el paso de los días, Cristina no aumentaba el contorno de cintura pero si regruesaba el ancho de su corazón. Se ahorró ardores estomacales y la alteración hormonal pero, en lugar de los nueves meses de rigor, su embarazo se prolongó casi 2 años. Engendraba a un hijo en silencio, sin disfrutar de la dulce comunicación de tambores sordos golpeando la pared uterina. Su maternidad se asentaba en la convicción de que, en la lejanía, una respiración la aguardaba .
Ella sabía que a fuerza de sumar segundos de incerteza, soportar dudas y angustias, iba preparándose para el definitivo alumbramiento.
Nunca realizó una ecografía en 3D.
Esa presentación formal de hijo desconocido a padres primerizos y viceversa, se produjo en Bulgaria.
Y aquel momento- por obra y gracia de toda paternidad y maternidad-se transformó en un encuentro esperado desde siempre.
Entre paredes frías y desconchadas, unos cálidos brazos de padre y madre juntos achuchaban al pequeño de forma total y sin condiciones.
Cristina al mirarlo lo reconoció y lo reengendró al amor. El niño, al mirarlos, empezó a revivir y a mimetizarse con ellos.
Sin un pecho al que agarrarse chupaba, con fruición y sin medida, sangre de unos corazones entregados a él, fuera él quien fuera, fuera él como fuera.
Esa intercambio los convirtió en familia.
Desde aquel momento, aquellos ojos adultos se dejaron apropiar. Cayeron desarmados ante un mirada extranjera que se abría perpleja y esperanzada.

La forzada separación mientras se resolvían los trámites definitivos de la adopción, dolía, rasgaba por dentro. Cristina sufrió todo aquello como intensas contracciones de parto. Un dolor feliz, un dolor fecundo.

Guardaba con mimo unas fotos gastadas de puro mirarlas.
Un niño con un pijama feo. Su osamenta, blanda e inocente, había cargado una pesada mochila repleta de abandono y sufrimiento.
En su regazo parecía asustado y consolado al tiempo . No se engañaban al descubrir una sonrisa cansada como la de quien, después de un penoso periplo, por fin llega a casa.

Sellos, papeleos, burocracia probablemente necesaria y , sin duda, odiosa. Ese "mientras tanto" se estaba haciendo tan largo.
Un día más. "Rafita", estaba cada vez más cerca.
Padre y madre volvían a las fotos para asegurarse que su pequeño seguía ahí..

Mirándose, mirándole, gozaban al contemplar al fruto -definitivamente renacido - de sus entrañas de hombre y de mujer.

Comentarios

  1. Muy bonito, realmente no lo podías haber descrito mejor.
    Sandra

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  2. Querida Ángeles (veo que ahora te llamas así, para mí eres Angelita):
    Tengo tres hijos engendrados como tú describes, de una manera que no podría haber hecho yo mejor, con el amor de un hombre y de una mujer que siempre supieron que sus hijos vendrían de aquella manera que tuviera que ser. Y fue así.
    Hijos que, al ser entregados en los brazos, huelen y saben a lo que olieron y supieron desde el principio, en nuestra alma y en nuestro corazón. Como siempre hubieran estado allí.
    Gracias, amiga.

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