Tolerancia intolerante


Tolerancia y respeto no equivale a concesión e indiferencia. No significa carecer de criterio u opinión. No implica ausencia de confrontación. Muchas veces respetar al otro es decirle las cosas sin ambages (como son y no como quiere oírlas), arriesgándonos a incomodarlo (o a rectificar si nos demuestra lo contrario).
Discrepar, en nuestros días, se considera en muchas ocasiones extremista o incluso ofensivo.

Por supuesto los modos deben ser correctos y los enfoques delicados pero, cuando se trata de asuntos en los que está en juego la verdad, merece la pena dar la cara, cueste lo que cueste.

Qué lejos, en realidad, está la sinceridad- la claridad- de la ofensa. 

Ante los numerosos asuntos y situaciones que el entorno nos presenta y que nos pide tomar posición, optamos a menudo, por esconder la cabeza bajo el ala: "que haga lo que quiera, mientras no haga daño a nadie".
Parece que defender un espacio o una opinión, establecer límites, decir "hasta aquí, no me parece bien o no estoy de acuerdo", es de fanáticos, talibanes o ultra lo que sea.
El buenísimo de "yo respeto todas las opciones" es, en el fondo,  una cobardía y una victoria de la acedia. 
"No me incómodo y miro hacia otro lado". "Me parece incorrecto pero me callo". "Mejor no pronunciarse".
"Me molesta pero me aguanto".
La tentación es perderse en lo que hacen y dicen todos. 
Cumplir con las convenciones y renunciar a las convicciones.

He leído en algún sitio que las personas que resultan más atractivas socialmente son aquellas que saben defender su postura de forma amable, interesante, ¡propia!.
Tiene mucho sentido. 
Para llevar la contraria, disentir, en primer lugar hay que ser valiente. Atreverse con el ridículo, con la mirada de juicio y la etiqueta que puedan colocarte. Tal audacia genera admiración siempre.
Una vez asumidos esos riegos de rechazo social, conviene respirar hondo (a nadie le gusta ser malinterpretado, burlado o sentenciado con dureza, simplificación o rapidez) y exponer tus razones sencillamente.
Con o sin apasionamiento (eso ya depende de la manera de ser de cada cual). Lo importante es argumentar tu postura con fundamentos razonables. 
El discurso, eso sí, debe ser tuyo, interiorizado, contrastado. Y hoy cuesta mucho elaborar criterios, recogernos, leer y pensar por cuenta propia. No valen dogmas y consignas.
Si buscas honradamente la verdad y tu interlocutor también, puede abrirse un diálogo maravilloso y es posible que lleguéis a acuerdos (incluso a entenderos!),

Me ha encantado la película "Testament" de Denis Arcand.
Una sátira muy sutil acerca de las contradicciones de la demagogia y el pensamiento único actual que nos empacha, nos confunde y, en muchos casos, nos lleva a sufrir y a vivir con miedo.
Lo que ocurra a nuestro alrededor es, en realidad, fruto de cómo respondamos todos con nuestra vida de cada día a las preguntas del mundo de ahora.
https://youtu.be/Ed3ybpSdyZo?si=v3EnRhrQgd4EA7cl



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