Desconexión real
Hace unas semanas me hackearon el WhatsApp. Alguien, con mi nombre y foto de perfil, tomó el control de la aplicación, actuando y hablando en mi lugar. En un primer momento colapsé. Impotente, imaginaba mil situaciones que, por mi culpa, iban a producirse.
Mi vida digital se vio profundamente afectada pero la real- la que de verdad importa -, dio un giro inesperado.
Y es que casi voy a dar las gracias a mi hackeador...(he dicho casi!)
El día del secuestro empezaron a telefonearme un sinfín de personas. Llamaban pensando que estaba en un apuro...(increíble la cantidad de gente hubiera respondido a mi SOS). Esa breve conversación con muchos con los que hacía demasiado tiempo con los que no hablaba, me confortó. Desde aquí, os agradezco vuestro interés por echarme una mano.
Mención especial para los que no sólo llamaron. También los que, como yo, "picaron". Me parecieron increíbles. Hicieron lo que pensaron debían hacer -o mejor, sin pensárselo demasiado-: ayudar a quien te lo pide, en cuanto te lo pide...
Verifiqué que estos últimos no eran torpes (como pensaba era yo). De hecho muchos eran muy listos. Simplemente actuaron fiados de mi y de inmediato (eso es de buenos). Así que mal de muchos, consuelo de "tontos pero no tanto!".
Gracias a mi hacker he descubierto, una vez más, que se vive más tranquilo sin redes sociales. Sin obligación de contestar a los grupos de whatsapp, sin estar tan al tanto de lo que ocurre a cada minuto a tu alrededor. Tal desconexión te coloca en una celda de aislamiento social pero, en realidad, te encuentras mucho más cerca que nunca de quien te quiere.
He paladeado la tranquilidad de vivir sin agitación. Me he sacudido el FOMO (fear of missing out) que atrapa, anula y aturde. Y he comprobado personalmente que, sin duda, es mejor llamar- ¡mucho mejor!- que escribir un mensaje. Las pantallas, los textos y emoticonos no suplen ni superan en valor a la voz humana, y mucho menos, a la voz amiga.
Así que, si no hubiera sido por ti querido pirata informático, no hubiera vuelto a constatar que la vida real y la que merece la pena, se sitúa más allá de las pantallas .
Déjame que te diga: ser hacker es una profesión de listos muy tontos. Porque al final, lo que importa es querer y ser querido y, hackeando cuentas, mucho no te van a querer. Tampoco tengo claro que alguien acuda a tu llamada de socorro.
En realidad, ciberdelincuente, eres el mayor de los desconectados, porque viviendo para engañar rompes la confianza y acabas con la posibilidad de encontrarte con el otro. Esa conexión con los demás es la que nos mantiene vivos y nos hace felices.
Por cierto, hoy es mi cumpleaños. (Por si tenéis alguna duda, prefiero mil veces vuestras llamadas!!)
Este es un regalo que he recibido hoy y quiero compartir con vosotros. Es precioso
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