Monjas y "rastas"


En nuestra ciudad , en el movidito barrio del Carmel, hay un trozo de cielo sobre pavimento de hormigón. Desde hace algunas semanas, los viernes por la tarde mis hijos y yo, tratamos de ayudar – en la medida de nuestra capacidad- a los que viven y trabajan en el Cotolengo.

El paso de las horas allí deja un poso dulce y reconfortante. Entre sus paredes se percibe orden, limpieza, trabajo cumplido. Buena organización de los pocos recursos disponibles. Voces femeninas -envueltas en tocas bien colocadas- que ,con un timbre maternal, riñen a los niños cuando las salpican a la hora del baño. Intérpretes únicas de los gestos de un pequeño enredado en una andador que le pide un “algo”. Besos sonoros, apretados. Sonrisas inacabables . Pausa en sus modos. Pijamas dobladitos en el cambiador. Olor a colonia. Peinan con orgullo a sus niños. Todos con nombres propios. Saben de sus juegos favoritos o de los postres que prefieren.

Cariño incondicional. Muchas risas.

Algunos voluntarios, enfundados en batas blancas, limpian con brío los restos indescifrables de la cena.

Juventud que anima a mirar al futuro con optimismo. Verdaderos líderes del mañana que abren los ojos y se arremangan porque se compadecen de unos iguales a ellos ,menos afortunados.. Auténticos testimonios antisistema -sin rastas que los identifiquen- que dedican su tiempo a empujar sillas, en lugar de tirarlas a la cabeza de otros

Multitud de abrazos rotos. Abrazos ofrecidos y abrazos acogidos. Sin miedos al extraño disfraz que esconden esas almas sin mácula. Almas todas transparentes.

Pobreza con señorío. Pobreza sin cutrez. Sencillez que conmueve. Sencillez que satisface y hace sentirse muy rico, colmado. Dignidad humana del quien mira, dignidad de quien es mirado.

Un trozo de cielo sobre la ciudad de Barcelona.

La música que me ha acompañado en este post: "A contracorriente" de El Canto del Loco

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