Massima Culpa

No hace mucho,oí a una psicóloga hablar del perdón. Afirmaba que no hay que pedir disculpas a los hijos puesto que de ese modo recae sobre su conciencia una prerrogativa que, según decía, les excede. Además con tal gesto incrementaba el sentimiento de culpa, siendo éste- por lo visto- un sentimiento con enormes efectos nocivos para su equilibrio emocional.

Confieso que, en un primer momento, la exposición consiguió descolocarme. Sin embargo la experiencia allí estaba para hacerme ver - casi -exactamente lo contrario.

A los míos les parece estupendo que mamá y papá les pidan perdón. Siempre han reaccionado positivamente.
Estoy de acuerdo en que no es necesario arrodillarse, ni solicitar penitencias corporales pero sé cuánto hay de bueno escondido en la escuela del perdón.

La lección es simple y muy intuitiva: una injusticia requiere de reparación.
En las familias son muchas las ofensas voluntarias e involuntarias que se ocasionan y producen durante la convivencia.
Un hijo se siente comprendido, cercano , y como corresponde ser tratado si un padre o una madre reconoce su error sin atenuantes ni eximentes. Nada humaniza y dignifica más.
Un padre se muestra verdaderamente como tal cuando pasa por alto, cuando comprende a pesar de los pesares, cuando se hace cargo y facilita la justificación de cualquier posible equivocación. Nada engrandece y acerca más como la capacidad de acoger al otro cuando lo pide ( aunque sea con la boca pequeña, a sabiendas de que el propósito de enmienda es …sobre todo un propósito).

Quien perdona confía de nuevo en su agresor. Le da alas para intentarlo de nuevo.
Si en casa alguno comete un error el resto esperamos oír un: “Lo siento, no volverá a pasar”. Para ello es preciso que, tras cometer el delito, el culpable encuentre una mirada dulce que le ofrezca posibilidad de redención. Cuando la encuentra -cuando la encontramos - es capaz de entonar sin demasiados problemas psíquicos ni traumas emocionales:" Mea culpa , mea culpa, mea massima culpa”.