Sexo y Cyrano de Bergerac





Cuando llegan noticias de infidelidad del tipo que sea, se produce una reacción interior que combina (en mayor o menor proporción según el caso ) la incredulidad, la decepción y tal vez -reconozcámoslo- una pizca de morbo.
Ciertamente todos tenemos los pies de barro y la debilidad frente a los necesidades más primarias nos resulta familiar. Podemos, sabemos y debemos hacernos cargo.
Sin embargo, cómo admiramos al que es capaz de vivir con elegancia  la buena gestión del juego instintivo.

No creo que el hecho de ser mujer afecte en el diagnóstico. Admito que hay una parte de mi que no puede valorar el tirón de la testosterona. Aun así  me atrevo a comparar la pasión sexual con la problemática de Cyrano de Bergerac y su nariz.
El caballero Bergerac quiere amar y ser amado. Su protuberante apéndice nasal parece impedírselo. Ante tal carga (a todas luces difícil de sobrellevar ) podría haber acudido a la rinoplastia, acabar con el obstáculo y esperar la reacción de la contraparte. Podría haber liquidado molestia e incomodidad semejante a costa de transformarse en quien no era.
Sin embargo eligió convivir con su perfil ( el que le tocó) y, manteniendo su singularidad ( su distintivo y su grandeza), acabó convirtiéndose en referente -como mínimo- para quienes convivían con él.
Y fue capaz de hacer poesía con sus dificultades.
Así se transformó en  mito.

Quien es fiel a si mismo y a sus compromisos adquiridos lo es con cargas y peculiaridades.
De hecho esas limitaciones son configurantes. Sacudirnos los problemas es una opción pero no un logro… Somo débiles sí. Pero también somos libres de realizar con esos límites una vida a la altura de nuestra dignidad y grandeza. 
Nadie niega el peso que la naturaleza animal tiene en nuestras decisiones diarias (los adictos a la cafeína, sin ir más lejos, matamos  por un café a primera hora de la mañana). Sin embargo, cuando hay tantos ojos confiados e inocentes pendientes del control de tu arrebato, la cosa cambia.
Siento decepcionarte, pero sólo se vive una vez…””Quiero realizarme”
Lo admito. Es la tentación de creer que eso tan perfecto (o eso mucho más perfecto) es posible. Y fácilmente se olvida que tras el desahogo viene la desazón y la duda. “La triste dulzura de las cosas bellas, que reclaman una eternidad que no poseen”.
No me creo a nadie que no se replantee su traición con posterioridad.
También quien cumple con sus compromisos a diario duda. Pero la gran diferencia radica en que su ejemplo no desconcierta y que, finalmente, vive en paz.
El deseo sexual es un instinto grabado a fuego de tal modo que gracias él está garantizada la supervivencia de nuestra propia especie.
Sin embargo, mas allá del instinto y más profundamente arraigado que éste, persiste la condición de seres libres capaces de no doblegarse ante los reclamos de tal pasión, por el bien de la estabilidad propia y la de los que nos rodean.
Seres capaces de mirar mas allá de nuestra nariz, sea ésta como sea.
Este es el vídeo de hoy.
Una escena de narices



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