Divorcio institucional





Hoy me encantaría escribir acerca de la magia de los reyes magos pero no puedo permitírmelo.
Aunque la mía sea una voz mínima, no quiero dejar de emplearla si puede contribuir a la reflexión conjunta, sobre todo tratándose de un asunto de tanta relevancia como es la pacífica convivencia común.
Oí hace pocos días en una tertulia radiofónica que, mientras nos atiborramos a turrones, sigilosa y precipitadamente, se han concretado las condiciones de un escenario de separación.
Los afectados parecemos hijos de padres divorciados que contemplan impotentes la deriva de los acontecimientos.
Hablan en nombre de tales perjudicados pero se olvidan, como poco, de la mitad de ellos.
Ignoran a todos aquellos catalanes que son del parecer de que, como ocurre en toda relación con otros distintos a ti, siempre hay escollos que superar pero que tienen claro que resulta mucho peor andar cada uno por tu cuenta.
"Podemos solos pero solos no podemos" dice una máxima de crecimiento personal.
¿Puede una comunidad encerrada en si misma ser creativa, acogedora y fuerte?
Una comunidad que quiere establecer fronteras y poner limites idiomáticos, que alimenta la revuelta en las calles y se especializa en performaces multitudinarias que sólo sirven para calentar los ánimos, es una comunidad que no avanza ni resuelve ni un solo problema social.
Los recursos públicos, las inteligencias, las horas dedicadas a trabajar los mensajes ¿no podrían haberse empleado para alguna opción más constructiva? ¿La más adecuada de las soluciones es la ruptura?
Como en un matrimonio, es siempre mejor invertir en reconstruir lo dañado, sabiendo que ambas partes deberán atreverse a entonar un humilde mea culpa. El estado actual de las cosas es consecuencia del desgaste y desacierto de algunas actitudes y decisiones que deben revisarse.
Y sí. Sí creo que hay uniones destinadas al fracaso.
Aquellas que no están preparadas para el proyecto común. Aquellas en las que falta voluntad y capacidad de acometer y lidiar con los compromisos asumidos.
Y no es nuestro caso. Basta  hacer balance de la historia compartida para ver hasta qué punto el nuestro ha sido un relato de crecimiento, de avance, de entendimientos a pesar de los pesares.
Muchos imaginan esa independencia como una liberación anhelada. Una Ítaca en la que por fin seamos libres. Libres ¿para qué? Libres para rehacer las vidas, cuando has desecho unas tantas...
Libres habiendo roto los lazos que nos unían al resto. Libres para decidir un destino ilusorio en el que, sin la ayuda de los otros, no es posible sobrevivir.
Olvidan que en ese nuevo estado serán otros los problemas. Y estos se acometerán desde una posición empobrecida, dividida y triste que, mucho me temo, no es la mejor de las condiciones para iniciar una andadura de feliz convivencia.

Entenderéis que sea esta la música que me inspira hoy.  "Cómo hemos cambiado"




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