Quiero que expulsen a mi hijo


Una amiga mía me ha permitido hacer pública una carta que escribió en una revista local. El protagonista supervisó el escrito y accedió a su divulgación.

Dice así:

“Hace pocos días expulsaron a mi hijo mayor del colegio. Tras la decepción inicial,el balance de la experiencia es más que positivo. Sin llegar al extremo de desearlo, creo que es una vivencia muy recomendable, sobre todo si se tiene la dicha de confiar en la labor educativa del centro al que llevas a tus hijos. En mi caso es así. Allí la disciplina la entienden como una dinámica que ayuda a ser mejor .

Mi hijo propinó un puñetazo a un compañero de su clase y la dirección del colegio respondió con contundencia. Aprendió que imponer su posición a otro por la fuerza no lleva más que a complicarse la vida y a sufrir las consecuencias de una actuación agresiva. El día de reflexión que le impusieron consistió en una jornada llena de trabajos a cual más pesado y aburrido. Además, el buen prestigio entre sus amigos había quedado dañado. Necesitaría recuperar de nuevo su confianza.

La madre del agredido tuvo la delicadeza de restar importancia a lo sucedido y transmitir a su hijo que la magnanimidad en el perdón es un gesto que hace mucho más fácil la reconciliación . Además le hizo saber que nadie está libre de culpa y podría pasar que, en otra ocasión, fuera él quien necesitara la condescendencia de otros. Eso sí es verdadera educación para la ciudadanía. Chapeau!!

A nosotros nos vino bien la humillación del “escarnio “público. Es un camino que facilita el tomar conciencia de que nuestros hijos son libres y en ocasiones ejercitan su libertad erróneamente . No son tan “perfectitos” como creemos o deseamos. Y asumir los defectos de los tuyos- incluso más que los propios- es difícil, pero es una lección urgente en esta sociedad de la autocomplacencia.
El resto de sus hermanos tomaron buena nota de lo ocurrido y escarmentaron en cabeza ajena. Al mismo tiempo, y por contradictorio que pueda resultar, todos ellos se sintieron protegidos. Una actuación de este tipo no merecía excusa alguna y la expulsión iba a ser inmediata. Les/nos gusta saber que si alguien se propasa ,desde la escuela se tomarán las medidas oportunas.

Tras la sanción, la vuelta al cole fue absolutamente normal. Los profesores no magnificaron el asunto. Mi primogénito no se supo el” matón” de turno. Simplemente, esa falta de dominio tenía sus repercusiones. Nadie le iba a evitar un aprendizaje tan lleno de contenido.

Para nota fue la conversación que, a raíz de lo ocurrido, tuve con él. Empleándome a fondo y tratando de ser todo lo asertiva que pude, pregunté acerca de los sentimientos que le habían llevado a comportarse de aquel modo. Me respondió que no se sentía respetado!!. Animándolo a que buscara soluciones, le propuse que sugiriera él mismo cómo resolver el conflicto. Después de decir algunas cosas, muchas de ellas más bien dudosas, me dijo: “Tal vez podría invitarlo a jugar a casa”. Me quedé tan perpleja como conmovida. No sé si por la sencillez ó por la generosidad y grandeza de su corazón.

Hoy los he visto a los dos jugando al balón a la hora del descanso. ¡Ya se les ha olvidado!

Si no se corrige a tiempo cualquier conato de agresividad en un aula, la situaciones se van de las manos. Ojalá los padres y educadores aprendamos, aunque se a base de malos ratos, que un No o un castigo justo es una muestra de interés en el desarrollo personal del alumno y un ejercicio de una autoridad entendida al servicio del buen funcionamiento de una comunidad de individuos.

Sr. Director: Gracias, por haber expulsado a Jorge del colegio“

La música que me ha acompañado en este post: "Help!"de The Beatles


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